lunes, 26 de junio de 2023

La «Ukkin» de Uruk: la primera asamblea del mundo

Al comentar los poemas del rey Gilgamesh, el filólogo y traductor catalán Xavier Roca i Ferrer incluyó una nota explicativa muy didáctica sobre la antigua ciudad sumeria de Uruk -actual Warka (Iraq)- en la que se refiere a su denominación, fundación e historia: (…) Uru-UNUNG en sumerio, Erech en la Biblia, y Orchon en griego. Antigua ciudad der [sic] Sumer (luego de Babilonia) situada al este de la cuenca actual del Éufrates, en el sur de Mesopotamia. Fundada por el rey Enmerkar, al que se atribuye la construcción del templo de Eanna. Destacó por su riqueza y poder entre las ciudades sumerias y babilonias de la región hasta que en 2004 a. C. empezó su declive político y la “primacía” pasó a Ur. En la época de su máximo apogeo tenía una extensión de unos seis kilometres cuadrados amurallados y una población de 80.000 habitantes. Desde el punto de vista político, debemos imaginarla como una ciudad-estado gobernada por una monarquía divina. En la antigua Mesopotamia este tipo de ciudades se veían como un reflejo terreno de la “ciudad celeste” gobernada por los dioses [1]. En ese contexto, tradicionalmente se considera que el legendario rey Gilgamesh gobernó Uruk o Erech (Erec, según el Génesis) entorno al año 2650 a.C.

A mediados del siglo XX, el asiriólogo ucraniano Samuel Noah Kramer [2], una reconocida autoridad en este campo, se refirió al término sumerio “ukkin” con el que denominaban a su asamblea en algunas tablillas. En su opinión -al igual que el historiador danés Thorkild Jacobsen (1904-1993) en su significativo artículo “Primitive Democracy in Ancient Mesopotamia”- al parecer, Gilgamesh se habría dirigido a la representación asamblearia de Uruk cuando el vecino rey Agga de la ciudad rival de Kish, situada en el centro de Mesopotamia, les amenazó con atenerse a las consecuencias si no le rendían pleitesía. El monarca de la célebre epopeya sintió la necesidad de que su decisión de tomar las armas se viera respaldada por los ciudadanos representados en la “ukkin” que, en realidad, respondía a un sistema bicameral de ancianos (hombres sabios) y “gurus” (una categoría de personas que desempeñaban trabajos de diversa índole para la administración) [3]. Aunque el propio Kramer restó importancia a ese ejemplo que supuestamente enfrentó a Gilgamesh y Agga, por el carácter épico de los poemas donde aparecía, sí que reconoció que, en el tercer milenio antes de Cristo, tanto en Uruk como en otras ciudades mesopotámicas ya existían asambleas.

Cuestión a parte sería si estas cámaras llegaron a ejercer un poder legislativo. Obviamente, no desempeñaban una función equiparable a los actuales parlamentos; y, en ese sentido, el historiador Lara Peinado se ha preguntado precisamente si hemos ver en esa “asamblea” algún principio de representatividad democrática cuando el héroe de Uruk es aconsejado por los ancianos antes de partir hacia el Bosque de los Cedros. A deducir de los mitos, parece ser que en ese cuerpo senatorial radicaba todo el poder de las primeras comunidades, que luego era delegado en un señor (en los primeros tiempos), quien organizaba todo lo concerniente a la vida de la comunidad. De hecho, en el Poema de Gilgamesh esta asamblea no deja traslucir nada de particular, se limita a aconsejar a Gilgamesh que guarde prudencia en sus empresas para que pueda regresar otra vez a Uruk. Petición no muy concorde con los sentimientos reales del pueblo que veía a Gilgamesh como un tirano. Ello nos permite deducir que dicha asamblea (con muy poca voz y desde luego sin ningún voto) sería de total confianza del rey y que contribuiría tácitamente a la política opresora de Gilgamesh [4].

Citas: [1] ROCA FERRER, X. Los poemas de Gílgamesh, rey de Uruk. Bubook, 2009, p. 92. [2] KRAMER, S. M. “«Vox populi» and the sumerian literary documents”. En: Revue d'Assyriologie et d'archéologie orientale, 1964, vol. 58, nº 4, pp. 149-156 [3] MOLINA, M. La ley más antigua. Textos legales sumerios. Barcelona: Trotta, 2000, p. 177. [4] LARA PEINADO, F. Poema de Gilgamesh. Madrid: Tecnos, 2010, p. LXXXIX.

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