El antropólogo Marvin Harris se planteaba por qué razón los esquimales, los !kung del Kalahari [se refiere a los “bosquimanos”], los aborígenes australianos y muchas otras sociedades cazadoras-recolectoras gozan de un alto grado de seguridad personal sin tener soberanos o especialistas en la ley y el orden. Carecen de reyes, reinas, dictadores, presidentes (…); de fuerzas policiales, soldados, marineros o marines; de CIA, FBI, agentes del Tesoro o de policía federal. No hay códigos de leyes escritas ni tribunales de justicia formales; ni abogados. alguaciles, jueces. fiscales. jurados o funcionarios de tribunales; ni tampoco coches-patrulla, (…) cárceles o penitenciarías. ¿Cómo se las arregla la gente (…) sin estos especialistas y medios de hacer cumplir la ley? [1]
Según los estudios del antropólogo Bronislaw Malinowski, la respuesta se encuentra en la naturaleza de las fuerzas mentales y sociales por la que muchas sociedades terminan convirtiendo ciertas reglas de conducta en leyes obligatorias [2] aunque no consten por escrito; son normas que se transmiten oralmente de generación en generación y la comunidad vela por su cumplimiento, respetándolas como si estuvieran codificadas. Así ocurre, por ejemplo, con el Código Adat en diversos territorios del Sudeste Asiático como Filipinas, Brunéi, Malasia o Indonesia.
Para el profesor Mario D. Zamora, el término “Adat” se puede traducir de manera imprecisa como «conducta típica o consuetudinaria que está sancionada por una serie de valores culturales». (…) Adat en sí mismo no significa «ley», pero puede convertirse en la base de la ley si se dan dos condiciones. En primer lugar, debe existir un conflicto entre dos individuos o grupos relacionados con el incumplimiento de una de las partes de algún concepto del Adat; o un conflicto derivado de interpretaciones diferentes del Adat cualquier tipo de duda. En segundo lugar, el conflicto debe ser lo suficientemente serio como para justificar potencialmente la aplicación de la fuerza como un medio para su resolución, ya sea mediante el esfuerzo personal de las propias partes en litigio o bien, mediante la intervención de funcionarios legales que actúen como mediadores o jueces [3].
Nicolaas Pieneman | La rendición del príncipe Diponegoro (1830) |
Este Derecho tradicional y consuetudinario –que, con los siglos, se vería influenciado por las leyes hindúes y los sistemas legales islámicos y europeos– ha existido desde tiempos inmemoriales para regular la convivencia de las aldeas; de modo que, si alguien lo incumplía, era excluido de la comunidad o de su propia familia, base sobre la que se fundamentaba todo su concepto de vida. Esa “presión social” bastaba para respetar los valores y costumbres de este código de conducta, resolviendo las controversias mediante alguna compensación o pago en especie.
Al tratarse de un conjunto de reglas tradicionales y dada la dispersión de islas por todo el Sudeste Asiático, estas pueden variar entre diversas localidades, de ahí que en un proverbio de Indonesia afirme que: lain desa, lain adat (different villages have different customary rules; en cada aldea, sus costumbres) [4].
Como curiosidad, el Adat, como derecho consuetudinario, también se denomina así en otros lugares; por ejemplo, en Chechenia (Rusia).
Citas: [1] HARRIS, M. Antropología cultural (Madrid: Alianza, 2007, p. 248). [2] MALINOWSKI, B. Crimen y costumbre en la sociedad salvaje. Barcelona: Ariel, 1966, 6ª ed., p. 30. [3] ZAMORA, M. D. Los indígenas de las Islas Filipinas. Madrid: Abya-Yala, 1995, 2ª ed., p. 189. [4] DRAKE, C. National Integration in Indonesia: Patterns and Policies. Honolulú: University of Hawaii Press, 2019, p. 13.
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