miércoles, 17 de agosto de 2022

Biotipologías (y IV): William Sheldon y la escuela americana

Concluimos el repaso de las cuatro corrientes doctrinales que trataron de aplicar los conocimientos biotipológicos para diferenciar entre distintas clases de personas y analizar sus posibles implicaciones criminológicas. Tras referirnos a la escuela morfológica francesa, la escuela constitucionalista italiana y la escuela alemana encabezada por el Dr. Ernst Kretschmer, hoy cruzamos el Océano Atlántico para conocer los biotipos establecidos por el Dr. William Sheldon y la escuela estadounidense a la que, habitualmente –por apropiación directa del gentilicio en inglés– se denomina escuela americana o norteamericana, aunque en propiedad se desarrolló solo en Estados Unidos. Para el profesor Benavent tuvo su origen más o menos hacia 1940 y aportó un concepto nuevo para la determinación de la morfotipología [1].

El médico y psicólogo estadounidense William Herbert Sheldon nació el 19 de noviembre de 1898 en Warwick (Rhode Island). Era ahijado de William James (hermano, a su vez, del escritor Henry James), un reconocido experto considerado “padre” de la psicología americana. Su padrino fue quien formuló la conocida ecuación de que: cuanto más altas pretensiones mantenía la persona sin lograr concretarlas, tanto más experimentaba un sentimiento de fracaso personal [2]. El joven Sheldon estudió en las universidades de Brown, Colorado, Chicago y Wisconsin, doctorándose en Medicina en 1933. Amplió su formación en Europa, donde tuvo ocasión de reunirse con Ernst Kretschmer, antes de regresar a su país. Sirvió como médico castrense durante la II Guerra Mundial y, al concluir el conflicto, retomó su labor docente primero en Harvard y después en Columbia, Oregón y, finalmente, en Cambridge (Massachusetts) donde falleció el 17 de septiembre de 1977.


En 1942, Sheldon publicó el libro The Varieties of Temperament: A Psychology of Constitutional Differences, con la colaboración de sus colegas Stanley Smith Stevens y William Boose Tucker. Sheldon denomina constitución a aquellos aspectos del individuo que son relativamente invariables, tales como su morfología, su fisiología, su endocrinología en contraste con aquellos aspectos que son más variables e influenciables por el medio ambiente, como por ejemplo las costumbres y la educación. La psicología constitucional busca una taxonomía básica con el objetivo de clasificar a los seres humanos. Con el método fotográfico de W.H. Sheldon resultó posible estudiar a un mismo tiempo un gran número de constituciones somáticas. Mediante la técnica de Sheldon, todos los reconocidos fueron fotografiados desde tres ángulos y estudiados, llegando a la conclusión de la distinción de tres componentes de claras y diferentes dimensiones, denominándoles: Endomorfismo, Ectomorfismo y Mesomorfismo [1].

Para entender mejor esas tres dimensiones conviene referirse antes al concepto de blastodermo [Conjunto de las membranas embrionarias procedentes de la segmentación del huevo de los animales (DRAE)]. Lo explica muy bien el profesor Pérez Fernández: (…) El blastodermo, precisa Sheldon, cuenta con tres capas concéntricas de blastómeros a las que se denomina sucesivamente endodermo (desde el que se origina el aparato digestivo), mesodermo (desde el que se desarrollan huesos, músculos y tendones) y ectodermo (desde el que parte el desarrollo del tejido nervioso y la piel). Así, se establece que desde el predominio en el desarrollo fetal de cada una de estas capas de blastómeros parten las tres tipologías somáticas del individuo: la ectomórfica, la mesomórfica y la endomórfica. Por lo demás, Sheldon apoyó su teoría en abundante investigación fotográfica, profusas mediciones antropométricas y análisis factoriales de las medidas obtenidas, lo cual le permitió llegar a establecer algunas correlaciones estadísticas entre el cuerpo [la complexión corporal del individuo] y la personalidad más o menos constantes entre la población [3]; por ejemplo, que entre las personas de constitución ectomórfica predominaba la esquizofrenia.


Para Rodríguez Manzanera: Esta clasificación tiene la ventaja de partir de un plano experimental. Partiendo del blastodermo (célula de la cual provenimos todos), reconoce tres dimensiones: endodermo (viscerotonía), mesodermo (somatonía) y ectodermo (cerebrotonía). Esta clasificación no reconoce un tipo único sino varios somatotipos, a partir de un puntaje (del 1 al 7) de cada una de, las dimensiones señaladas, así el 7-1-1 es el endomórfico ideal, el 1-7-1 el mesomórfico ideal y el I-I-7 es ectomórfíco (o exomórfico) ideal. El término medio sería un 4-4-4. Las escalas de puntos se logran según el sujeto carece de determinado rasgo (I) o lo tiene claramente determinado (7), Sheldon manejó un total de 60 rasgos (postura, sociabilidad, apetito, afectividad, tolerancia, ambición, aventura, etc.). Esta característica se aleja de aquellos compartimentos estancos típicos de la pionera escuela francesa y recuerda, en su esencia, la flexibilidad de la pirámide de Pende en la escuela italiana.

Las características físicas (o componentes estáticas como las llama Sheldon) –continúa afirmando el criminólogo mexicano– son:

  • Endomorfo. Visceras digestivas pesadas y desarrolladas, con estructuras somáticas relativamente débiles. Bajo peso específico, gordura.
  • Mesomorfo. Desarrollo de estructuras somáticas (huesos, músculos y tejido conjuntivo) alto peso específico, duro, erecto, fuerte y resistente.
  • Ectomorfo. Frágil, lineal, chato de tórax y delicado; extremidades largas y delgadas, músculos pobres.

De aquí deduce 3 temperamentos:

  • Viscerotónico. Es endomorfo, comodino, lento, glotón, sociable, cortés, amable, tolerante, satisfecho, dormilón, blando, hogareño, extrovertido.
  • Somatotónico. Es mesomorfo, firme, aventurero, enérgico, atlético, ambicioso, osado, valiente, agresivo, inestable, inescrupuloso, estrepitoso.
  • Cerebrotónico. Es ectomorfo, rígido, rápido, introvertido, aprensivo, controlado, asocial, inhibido social, desordenado, hipersensible, insomne, juvenil, solitario.

La importancia de los estudios de Sheldon es que, al aplicarse la clasificación a grupos de delincuentes, se encontró que la mayoría son mesomorfos. Los GLUECK [matrimonio al que volveremos a referirnos al final de esta entrada], en su notable estudio, encontraron que entre la población criminal hay un 60.1% de mesomorfos, mientras que en los no delincuentes hay 30.7%. En cuanto al ectomorfo, es el tipo menos criminal, pues sólo se encuentra en el 14.4% de los delincuentes, en contraste con el 39.6% de los no delincuentes [4].

Es cierto –como afirma la antropóloga María Villanueva– que con la escuela biotipológica norteamericana que inicia Sheldon, se introduce por primera vez, la posibilidad de cuantificar de manera objetiva aquello que en las escuelas anteriores se había definido: tipos físicos distintos, incluso opuestos, que poseen formas, temperamentos y también patologías determinadas. El comportamiento, los hábitos, la composición corporal, todo varía de un ser a otro. Hay características peculiares en unos, que no aparecen en otros. Sin embargo, la gran mayoría de los sujetos eran definidos como tipos intermedios sin ser iguales entre sí. La somatotipología ha permitido clasificar objetivamente a todos , ya sea que posean una constitución extrema o una intermedia. Ello fue un gran avance, pero trajo consigo manías clasificatorias que han hecho que el biotipo pierda su dinámica, y seguimos aún lejos de conocer más a fondo, al gran complejo de manifestaciones propias del cuerpo humano [5].

Para concluir con el Dr. Sheldon, el profesor García-Pablos de Molina destaca que sus tipos no eran entidades unitarias sino grados de tendencia e interrelación en el que predomina uno u otro estrato; es decir, reconoce la existencia de una pluralidad flexible de somatotipos susceptibles de complejas combinaciones reflejadas en una puntuación del 1 al 7 [6]. Y todo ello, tras haber analizado no solo a un grupo experimental (dos centenares de jóvenes delincuentes que cumplían condena en Massachusetts) sino también a un grupo de control (con lo que salvaba la habitual crítica a las otras tres escuelas).

Por último, conviene referirse a otros autores que siguieron en Estados Unidos la senda abierta por William Sheldon:

  • Los criminológos neoyorkinos Sheldon Glueck (1896-1980) y su esposa, Eleonor [Touroff] Glueck (1898-1972) –los GLUECK a los que se refería Rodríguez Manzanera– en varios estudios con delincuentes juveniles, intentaron encontrar correlaciones entre los biotipos y el comportamiento ilícito de los sujetos estudiados. En muchos de sus trabajos utilizaron una taxonomía basada en los tres tipos básicos de la clasificación ideada por William Sheldon, con la adición de un cuarto tipo, designado por ellos como el “tipo balanceado”, que comprendía a aquellos jóvenes en quienes no era fácil discernir la prevalencia de un específico somatotipo (…) [7].
  • Y los psicólogos –aunque son más reconocidos por su faceta como expertos en exorcismos y posesiones– Juan Bautista Cortés y Florence M. Gatti cuando publicaron el resultado de una década de investigaciones en Delinquency and Crime: A Biopsychosocial Approach, en 1972; enfatizaron la idea –evidente para cualquiera pero, al parecer. desconocida en todas las escuelas de biotipologías que hemos examinado– de que la constitución física de las personas puede cambiar a lo largo de su vida –se engorda y adelgaza, te pones a dieta, vas al gimnasio o te sometes a operaciones estéticas de reducción– de modo que nos encontramos ante un proceso caracterizado por su dinamismo donde intervienen la genética y el entorno. En este caso, se les criticó que su muestra de estudio resultaba escasamente significativa [8].

Citas: [1] BENAVENT, J. Estudio diferencial de constitución corporal, aptitudes físicas y rasgos de personalidad en una muestra de estudiantes de educación física. Madrid: INEF, UPM, 1982, p. 49. [2] MONBOURQUETTE, J. Autoestima y cuidado del alma. Buenos Aires: Bonum. 4ª ed. 2008, p. 17. [3] PÉREZ FERNÁNDEZ, F. Mentes criminales. Madrid: Nowtilus, 2012, p. 192. [4] RODRÍGUEZ MANZANERA, L. Criminología. Ciudad de México: Porrúa, 2ª ed., 1981, pp. 292 y 293. [5] VILLANUEVA SAGRADO, Mª. Manual de técnicas somatotipológicas. Ciudad de México: UNAM, 1991, p. 81. [6] GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A. Tratado de Criminología. Valencia: Tirant, 4ª ed., 2009, p. 465. [7] RESTREPO FONTALVO, J. Criminología: Un enfoque humanístico. Bogotá: Editorial Temis. 2014, p. 241. [8] REID, S. T. Crime and Criminology. Frederick: Aspen, 2018, p. 68.


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