El Kurdistán es, probablemente, el prototipo de mayor nación sin estado porque la región de los kurdos se encuentra repartida dentro de las fronteras de Turquía, Irán, Irak y Siria. Como recuerda la periodista venezolana Carol Prunhuber: El pueblo kurdo es la única nación en el mundo con 20 millones de habitantes que no tiene Estado y cuya independencia es reivindicada por una guerra que no practica el terrorismo, lo cual le da un carácter de excepción en la región. Divididos después de la Primera Guerra Mundial entre los nuevos Estados creados por los aliados, el Kurdistán es un enclave importante dentro del contexto del Medio Oriente [1]. Este es un buen ejemplo de nación sin Estado; pero, ¿existe algún supuesto de lo contrario? Es decir: ¿un Estado que reúna sus tres elementos típicos [pueblo (población o elemento humano); territorio (elemento geográfico) y poder (autoridad que se ejerce sobre el pueblo en aquel territorio; con el tiempo, este concepto enlazó con la idea de la soberanía que reside en el pueblo y que se ejerce por medio de sus órganos representativos)] y que, aún así, se pueda decir que no tiene nación?
Para la doctrina científica, ese lugar tiene nombre propio: Pakistán. Según el profesor Ramírez Ruiz: Los ingleses crearon la India y antes de irse, la rompieron. (…) Pakistán, no es un país, es un acrónimo, dicen sus enemigos, pues el nombre del país -como ya tuvimos ocasión de señalar en otra entrada de este blog (*)- fue inventado en 1933 por Choudhry Rahmat Ali, uniendo la inicial de los nombres de las cinco regiones del norte de la India británica: Punyab, Afgania, Kachemira, Sind y Baluchistán. Esas regiones no son homogéneas etno-ligüisticamente sino que en Pakistán habitan cuatro pueblos, principales, diferentes, sin unas relaciones históricas positivas a sus espaldas. Los punyabíes, etnia mayoritaria, dominan el ejército; los sindhis, entorno a Karachi, los negocios y la política civil; los baluchís, de raíz irania, se siente oprimidos en este estado; y, en las fronteras noreste, los pastunes, nunca bien integrados en el estado, generan un continuum ingobernable con sus hermanos étnicos de Afganistán. Sobre este puzzle se asentaron los mohair, unos ocho millones de emigrados del continente, hablantes de urdu, que, en su élite, ocuparon los puestos de dirección del nuevo estado [2].
Y añade que Pakistán es: un estado sin nación, creado con el bello nombre de el país de los puros, pero cuya única razón de ser es la de dotar a los musulmanes indios de un estado capaz de contraponerse a la India politeísta. Solo la religión y el odio al hindú da coherencia al país [2].
En ese mismo sentido, el investigador Plamen Tonchev recuerda el significativo discurso que el abogado Muhammad Ali Jinnah (1876-1948) -considerado el “padre de la nación” paquistaní- pronunció en Lahore el 22 de marzo de 1940: (…) hindúes y musulmanes pertenecen a dos religiones, filosofías, costumbres sociales y literaturas diferentes. Ni se casan entre ellos, ni conversan y, desde luego, pertenecen a dos civilizaciones distintas, que se basan en ideas y concepciones contrapuestas.
En su opinión: Pakistán apenas estaba cualificado para ser un Estado-nación en 1947 y aún hoy lo está con grandes dificultades [3]. (…) surgió de la India británica como un Estado fundado en nombre del Islam, pero desde sus primeros días cimentó su existencia por medios militares. (…) la cuestión más espinosa tal vez sea definir qué clase de Estado ha sido en realidad Pakistán. Seis décadas después de su nacimiento presenta un panorama lamentable, una vida política fragmentada [el autor afirma con cierta sorna que jugar con la Constitución es el segundo deporte más popular del país después del cricket, claro; gracias a su media docena de sistemas políticos, 4 constituciones, 17 enmiendas y varias Órdenes de Marco Legal que modificaron su ley fundamental de 1973] y en crisis permanente, un sentimiento nacional difuminado, una precaria situación económica y pobreza [3].
Citas: [1] PRUNHUBER, C. “Kurdistán. Una nación olvidada”. En: Nueva sociedad, 1987, nº 87, 1987, p. 15. [2] RAMIREZ RUIZ, R. “Las fronteras de Asia. Estados y territorios en disputa”. En: Relaciones Internacionales, 2024, nº 57, p. 221. [3] TONCHEV, P. Pakistán. El Corán y la espada. Madrid: Catarata, 2006, pp. 141, 166 y 208.
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