En 1919, fue la primera mujer que se matriculó en la Universidad de Lisboa para estudiar Derecho. Su vida –breve pero muy intensa– habría sido un magnífico guión para una de esas películas que las televisiones programan en la sobremesa de los fines de semana, pero esta interesante mujer no vino al mundo en California o Chicago sino en la amurallada ciudad de Vila Viçosa (Alentejo, Portugal) el 8 de diciembre de 1894 y su biografía ha pasado de puntillas para el gran público.
A finales del siglo XIX, la criada Antónia Lobo se enamoró de su jefe -casado- e iniciaron una relación que terminó con el nacimiento de Florbela. A pesar de que la inscribieron en el registro sin padre conocido y que Joao Espanca no le dio sus apellidos hasta mucho tiempo después de su trágica muerte; la niña tuvo una infancia feliz incluso cuando murió su madre en 1908 y su padre decidió hacerse cargo de ella, criándola junto a su primera mujer, Mariana; su otro hijo, también ilegítimo, Apeles, y su segunda esposa. En todo momento, las dos madrastras siempre le demostraron mucho cariño y nunca pasó por apuros económicos.
Con tan sólo 9 años, Florbela escribió su primer poema –A Vida e a Morte– e inició una carrera literaria que la convertiría en una de las poetisas más reconocidas de las letras portuguesas y en una gran activista a favor de los Derechos de la mujer. En palabras de quienes han estudiado su obra: Su poesía es un modelo de alarmante brutalismo emocional. Los sentimientos expresados con visceral urgencia en el más crudo realismo. El sufrimiento al desnudo viste, conmueve y asola a quien la lee.
El 8 de diciembre de 1913 se casó por primera vez y, poco después de matricularse en Derecho, perdió el niño que esperaba y comenzó a mostrar síntomas de desequilibrio mental. En 1922 se volvió a casar y, de nuevo, perdió un bebé; se divorció y contrajo terceras nupcias con el médico Mário Lage, en 1925.
La muerte de Apeles, su hermanastro, que se suicidó en 1927 estrellando su hidroavión contra el Tajo, le afectó profundamente. De poco sirvió que estuviera preparando los originales de Charneca en flor; las buenas noticias que le llegaban de la editorial no pudieron contrarrestar el diagnóstico de un edema pulmonar que agravó su neurosis. Al final, en 1930 y después de varios intentos fallidos, otro 8 de diciembre –coincidiendo con su cumpleaños– la poetisa que quiso amar perdidamente; amar sólo por amar consiguió suicidarse ingiriendo dos tubos de somníferos.
Florbela Espanca –apellido que en portugués significa golpear con un bastón– se convirtió en una más de la extensa lista de escritoras que decidieron poner fin a sus vidas: desde la poetisa griega Safo hasta la inglesa Virginia Wolf, pasando por Alfonsina Storni, Marina Tsvetaeva, Anne Gray Harvey, María Polydouri, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Mercedes Carranza, Emilia Cornejo…
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