Los antepasados de los maoríes llegaron a estas islas –en las antípodas de España; es decir, justo en el extremo contrario del planeta– en torno a los siglos IX o X d. C.; sin embargo, para el Viejo Continente, aquel recóndito lugar que los nativos llamaban Aotearoa [la larga nube blanca] no figuró en los mapamundis occidentales hasta bien entrado el siglo XVII, cuando los cartógrafos de los Países Bajos le dieron su actual denominación, Nueva Zelanda, en recuerdo de una de las provincias neerlandesas a pesar de que Abel Tasman (el primer europeo que divisó aquellas tierras) no era originario de Zelanda sino de Groninga, otra región situada al Norte del país. A finales de aquella misma centuria, el británico James Cook cartografió los nuevos mapas insulares pero, al trazarlos, mantuvo su nombre sólo que adaptándolo a la fonética inglesa: New Zealand. Desde entonces, primero fue explorada por los holandeses y después por franceses y británicos, inmersos en plena lucha comercial por controlar las rutas meridionales del Océano Pacífico.
Los primeros (…) asentamientos permanentes –establecidos hacia 1802– fueron cazadores de focas y balleneros [1]. En apenas medio siglo, llegaron a las islas tantos colonos que la población de los pakeha [hombres blancos] acabó superando a la de los propios maoríes, enfrentados entre ellos en guerras intertribales y diezmados por las enfermedades que les transmitieron los nuevos asentadores. Para proteger a la población nativa, asegurarse el monopolio de la venta de terrenos e incrementar la seguridad de sus operaciones comerciales, Londres decidió anexionarse aquel territorio y, el 6 de febrero de 1840, firmó el Tratado de Waitangi con 543 jefes nativos, reconociéndoles los mismos derechos y privilegios que a los súbditos británicos. Finalmente, el país obtuvo su independencia el 26 de septiembre de 1907. Recordemos que Nueva Zelanda es uno de los pocos Estados del mundo sin Constitución; en su lugar, posee un conjunto de estatutos, tratados, órdenes, patentes reales y decisiones.
Hoy en día, el reino [Realm] neozelandés –puesto que la Jefatura del Estado recae en la Monarquía británica– se divide en dieciséis regiones [Auckland, Bay of Plenty, Canterbury, Gisborne, Hawke's Bay, Manawatu-Wanganui, Marlborough, Nelson, Northland, Otago, Southland, Taranaki, Tasman, Waikato, Wellington y West Coast] y un territorio [las islas Chatham]; pero también incluye la isla de Tokelau, la Dependencia Antártica de Ross y dos Estados libres asociados con autogobierno: las islas Cook y Niue.
Siempre que se habla de Estados libres asociados, inexorablemente, se piensa en Puerto Rico y Estados Unidos pero en el extremo opuesto del mundo también existen otros ejemplos:
La Niue Constitution Act 1974 [Ley Constitucional de Niue, nº 42, de 19 de octubre de 1974] es la Carta Magna de esta pequeña isla de coral situada al Sur del Océano Pacífico, junto a la línea internacional del cambio horario. De forma más sencilla que la normativa de las islas Cook, aunque no cuentan con Casa de los Ariki ni con Consejo Ejecutivo, también disponen que la soberana británica sea su Jefa de Estado y regula un Gabinete formado por el Premier y tres ministros que han de ser miembros de la Asamblea de Niue (Fono Ekepule) integrada por 20 diputados, más un portavoz, elegidos por trienios mediante sufragio universal directo y secreto. El poder judicial se estructura de la misma manera que en el archipiélago vecino.
Por último, la isla de Tokelau –un protectorado británico que el Gobierno de Wellington administra desde 1925– ha celebrado dos referendos, en febrero de 2006 y octubre de 2007, bajo supervisión de Naciones Unidas, para cambiar su actual estatus y convertirse en el tercer Estado libre asociado de Nueva Zelanda pero ninguna de las dos citas electorales cumplió con el umbral de los dos tercios de sufragios positivos, necesarios para que su decisión hubiera resultado vinculante, y Viento del Norte (Tokelau, en polinesio) continúa siendo una región autónoma neozelandesa.
Coda: las Islas Cook y Niue fueron admitidas en la UNESCO en 1989 y 1993, respectivamente, pero como no son Estados soberanos -al estar asociados a Nueva Zelanda- no son miembros de la ONU (buen ejemplo de que un territorio puede integrarse en los organismos especializados de las Naciones Unidas sin formar parte de ésta).
Cita: [1] NILE, R. y CLERK, C. Australia, Nueva Zelanda y Pacífico Sur. Barcelona: Folio, 2006, pp. 130-133.
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