Muchos expertos consideran que la elegante catedral de León es la más francesa de las catedrales españolas. El templo gótico dedicado a Santa María de Regla empezó a construirse hacia 1203 por la cabecera, sobre las ruinas de las dos iglesias que la precedieron: la visigoda que Ordoño II mandó construir en el siglo X (destruida por Almanzor en su incursión del año 987) y la románica que se edificó en el mismo lugar a mediados del s. XI; pero la muerte de su principal impulsor (el obispo Pelagio), los problemas a la hora de elegir sucesor en la sede catedralicia y la pérdida de la capitalidad del reino al unirse León definitivamente con la Corona de Castilla motivaron que la construcción se paralizara hasta mediados del siglo XIII cuando Alfonso X el Sabio reemprendió unas obras que se terminaron dos siglos después, al coronarse la aguja de la Torre del Reloj.
Ese adornado campanario y su sobria vecina norte, la Torre de las Campanas, enmarcan la portada principal de la llamada Pulchra leonina, con los arbotantes que las unen con el cuerpo central del hastial. En este pórtico, dividido en tres portadas dedicadas a san Juan, la Virgen Blanca y san Francisco (una por cada nave), puede contemplarse un notable grupo de esculturas como las del tímpano central con imágenes del juicio final con Cristo, la Virgen y san Juan intercediendo por los pecadores.
Junto a esa escena, en la portada izquierda, hay una pequeña columna adosada a la puerta que, durante la Edad Media, fue el lugar donde los leoneses podían apelar las resoluciones que se hubieran dictado, pidiendo justicia al rey y a su curia regia, formada por cuatro jueces representantes de la monarquía, la iglesia, la nobleza y el pueblo que, con sus resoluciones, buscaban unificar el sentido de la jurisprudencia a la hora de aplicar la multitud de fueros existentes. Aquella pilastra de la catedral era un rollo jurisdiccional que aún contiene la inscripción en mayúscula LOCVS APELLATIONIS sobre las armas del reino: un castillo y un león. A su lado, la estatua de una mujer con los habituales símbolos para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (la balanza y la espada) nos recuerda en una cartela que Justitia est unicuique dare quod suum est (es decir, Justicia es dar a cada uno lo suyo).
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