miércoles, 4 de julio de 2018

La justicia sobrenatural de los fetiches de clavos [nkondi]

En el animismo [Creencia en la existencia de espíritus que animan todas las cosas (RAE)], uno de los objetos asociados a la magia y la protección son los denominados "nkisi nkondi" ("nkisi" espíritus de la tierra –en plural, minkisi– y "nkondi" cazador); figuras que se relacionan con el universo del poder sobrenatural. Para el Tesauro del Patrimonio Cultural de España (*), se trata de un fetiche de madera, con clavos incrustados y láminas de hierro, propio de los cultos congoleños (…), cuya función principal es la de proteger a la comunidad contra los embrujos y la de alcanzar acuerdos. Situados en la desembocadura del río Zaire, los kongo creen en un mundo invisible poblado de espíritus, los "nkisi", con poderes sobrenaturales. Las estatuillas pueden llevar en el cuello un collar de fibra vegetal y pigmentos. Contienen una carga mágica, disimulada a nivel del ombligo (receptáculo abdominal), bajo un trozo de espejo o de concha. Esta carga, más importante que la escultura en sí, está compuesta de arcilla blanca –asociada al mundo de los muertos–, hojas, sangre, cabellos, así como por diversos materiales naturales consagrados por el sacerdote, el "nganga". Éste, en tanto que mediador, [y experto en rituales] asegura su eficacia por medio de danzas, cantos y diversos objetos rituales, tales como silbatos y campanillas.
 
En Europa se dieron a conocer por la literatura de viajes en el siglo XVII y, especialmente, en el siglo XIX, a raíz de la brutal explotación del Congo llevada a cabo por orden del rey Leopoldo de Bélgica. En una exposición que se organizó en Bruselas –como recuerda el escritor neoyorquino Adam Hochschild [1]– se presentó (…) un tipo notable de escultura procedente del curso inferior del río Congo: estatuas de 90 centímetros de altura con el pecho y el cuello tachonados de cientos de clavos, puntas y cuchillas minúsculas como hojas de afeitar. Las estatuas parecen enanos hirsutos y torturados. (…) Cada clavo y cada cuchilla representan un juramento o una demanda de desquite contra una injusticia.
 
Para la especialista en arte africano Kathleen Bickford Berzock [2], el realismo bellamente retratado del rostro de esta figura –una boca expresiva, labios suavemente perfilados y ojos cubiertos de vidrio con pupilas pintadas– trasciende la violencia implícita en los clavos y las cuchillas que se clavan en su cuerpo y la cadena y el cordel que lo envuelve. La figura estaba hecha para contener una fuerza de otro mundo de la tierra de los muertos y para aprovecharla para el bien de la humanidad. Tales (…) "objetos de poder" (...) se especializaron en la caza y castigo sobrenatural de los malhechores (…). Los clavos y las cuchillas que se introducen en su abdomen, hombros y brazos representan los muchos problemas que se han tratado a través de los auspicios de la figura.
 
El poder que residía en esta escultura se invocaba cada vez que su dueño se consideraba afectado por una mentira, era acusado de haber cometido algún delito o sufría una agresión; entonces, clavaba un objeto puntiagudo en el fetiche para que los espíritus del más allá le protegieran, como víctima inocente, y provocaran una reacción violenta contra el malhechor, de modo que se hiciera justicia, resolviendo el enfrentamiento mediante la destrucción de su enemigo por medios místicos.
 
Este ritual también se empleaba para amedrentar a los sujetos de cualquier litigio: desde una pareja que quisiera divorciarse hasta la firma de un pacto militar entre dos tribus para que ambas partes no se agredieran.
 
 
 
Citas: [1] HOCHSCHILD, A. El fantasma del rey Leopoldo. Barcelona: Península, 2002, p. 434. [2] Bickford Berzock, K. “Power Figure (Nkisi Nkondi)”, en: Art Institute of Chicago Museum Studies, 2003, vol. 29, nº 2, p. 14.

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