
En 1166 a.C. los hombres de la tumba, como se conocía a los artesanos y obreros que levantaban las necrópolis, tomaron una decisión histórica: dejar de trabajar. Pidieron al escriba que reclamara al Estado vestidos, comida y bebida para ellos y sus familias que vivían en los poblados de Deir el-Medina. Los salarios que debían llegar de Tebas se perdieron por el camino, los precios de los alimentos se dispararon y la tensión llegó a tal extremo que los obreros ocuparon el templo de Tutmosis III al grito de ¡Tenemos hambre!; algo inconcebible para aquella época y que podía considerarse como una verdadera falta y desacato a la autoridad. Los obreros consiguieron que les pagaran los sueldos atrasados pero no los actuales, de modo que la huelga se radicalizó hasta que intervino el propio visir, un hombre llamado Ta, que pareció aceptar sus demandas.
A ciencia cierta, no sabemos cómo terminó el conflicto pero parece que las promesas no se llegaron a cumplir; el propio visir estaba demasiado atareado conspirando para acabar con el anciano faraón como para atender a los obreros, así que las huelgas continuaron hasta que desapareció el poblado de los trabajadores –ya en época de Ramsés IX– y, curiosamente, en aquel momento empezaron a ser saqueadas las principales tumbas del Valle de los Reyes, con notable maestría, como si los ladrones fueran expertos y supieran dónde tenían que buscar.
Todos estos acontecimientos se narran en el papiro de la huelga que se conserva en el Museo Egipcio de Turín (Italia).
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