El Estado de la Ciudad del Vaticano que hoy conocemos –alrededor de 44 hectáreas enclavadas en el corazón de Roma– se creó el 11 de febrero de 1929 por el concordato que firmaron el Gobierno italiano y la Santa Sede en los Pactos de Letrán, o Pactos Lateranenses, donde se reconoció la plena propiedad y la soberanía exclusiva de la sede apostólica sobre el Vaticano, con el fin de posibilitar que el Papa desempeñe libremente su Ministerio de gobierno de la Iglesia universal; pero su origen se remonta a los Estados Pontificios, un disputado territorio que se extendió por gran parte del centro de la Península Italiana desde el siglo VIII hasta bien entrado el XIX. En ese contexto, el Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia [Corpo della Guardia Svizzera Pontificia, Coorte Elvetica o Cohors Helvetica] es una buen ejemplo de esa larga historia.
El 5 de mayo de 2007, con ocasión del juramento de los nuevos guardias suizos, Benedicto XVI se dirigió a ellos para recordar que todo comenzó el 22 de enero de 1506, cuando llegó al Vaticano una tropa de 150 hombres solicitada por mi predecesor Julio II a la Confederación de la Alta Alemania. Desde aquel día hasta nuestros tiempos, la historia de vuestro Cuerpo de guardia está íntimamente entrelazada con los acontecimientos y la vida de la Iglesia y, en particular, del Papa. El vínculo que selló definitivamente la estrecha relación entre la Guardia Suiza y la Santa Sede se produjo el 6 de mayo de 1527, cuando 147 soldados que defendían al Papa Clemente VII fueron asesinados durante el denominado Saqueo de Roma. Aquel hecho marcó una estrecha relación que ha perdurado hasta nuestros días.
Hortense Haudebourt-Lescot Miembro de la Guardia Suiza (ca. 1811) |
Pío X reguló la estructura de aquel cuerpo armado en un Reglamento de 1914 que distribuyó las fuerzas entre oficiales, suboficiales, capellán y tropa de alabarderos; posteriormente, Juan XXIII publicó el Reglamento de 1959 y, once años más tarde, el 14 de septiembre de 1970, bajo el Pontificado de Pablo VI, se disolvieron los demás Cuerpos Militares Pontificios, a excepción de la Guardia Suiza. Desde entonces, su reglamentación volvió a modificarse en 1976 –el reclutamiento de sus miembros es exclusivamente voluntario y la edad mínima se establece en diecinueve años–; en 1979, por Juan Pablo II; y, en 2006, al cumplirse el V centenario de su fundación. Entonces, Benedicto XVI recordó el singular contenido de tres artículos del nuevo Reglamento: los guardias suizos deben mostrarse como buenos cristianos y soldados ejemplares en todas las circunstancias (Art. 73); deben evitar lo que se opone a la fe, a la moral cristiana y a los deberes de su estado. Además, deben ser siempre fieles a las características y a las tradiciones del Cuerpo, con un estilo de vida sencillo y sobrio (Art. 75) y Para formar una verdadera comunidad, deben cultivar a nivel personal y tener unos con otros un espíritu de solidaridad cristiana, que sirve para conservar y promover la unión mutua de los corazones (Art. 77).
Como es notorio, para admitir a un nuevo miembro de la Guardia los candidatos han de ser ciudadanos suizos, de fe católica romana, con una reputación intachable, de 19 a 30 años, tener una estatura mínima de 174 cm, estar solteros y disponer de un certificado de haber cursado el bachillerato o estudios similares.
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