viernes, 18 de noviembre de 2016

El juez justo de Burundi y la institución de los Bashingantahe

La profesora almeriense Paquita Reche, que impartió clases en diversas naciones africanas durante la segunda mitad del siglo XX, publicó en 2012 la versión en castellano de un cuento tradicional burundés titulado El legado del juez justo. Dice así: Un día, Ngoma ya Sacega encontró a la Muerte y al Chacal discutiendo acaloradamente. La Muerte decía: “Soy yo el que gobierna a los hombres, mato a quien quiero”. La fiera contestó: “¡Tonta! No eres más [que] una depredadora como otros. El que gobierna a los hombres es Dios, Él es el que crea. Cuando se mueren diez, nacen ciento y si se mueren ciento, nacen mil. ¿Cómo puedes decir que eres tú quien gobiernas a los hombres?”. Siguieron discutiendo hasta que vieron a Ngoma ya Sacega y le dijeron: “¡Hombre! ¿No puedes reconciliarnos?”. “¿Queréis que medie entre vosotros? ¡Esperadme! Voy a informar al Rey, volveré a dictar sentencia, sea mañana o pasado mañana”. Ngoma fue y dijo al Rey: “Me voy a dictar sentencia. Déme el bastón de justicia y unos ancianos íntegros, para que vengan a escuchar el fallo que voy a dar”. El Rey le dio el bastón de justicia y los bashingantahe –los hombres íntegros– que había pedido y le dijo: “¡Vete y dicta una sentencia justa!”. Se fueron y hallaron a la Muerte y el Chacal discutiendo todavía.

Ngoma ya Sacega dijo: “¡Alto! ¡Alto! Donde hay hombres no se improvisa ante lo que divide. Venid y contadnos el objeto de vuestro litigio para que podamos dictar una sentencia justa”. La Muerte empezó, diciendo: “Lo que me opone a este Chacal es que no quiere admitir que soy yo quien gobierna a todos los hombres. ¡Si quisiera los exterminaría!”. Ngoma ya Sacega preguntó: “Y tú, Chacal ¿qué dices?”. “Yo digo que Dios es el más poderoso, es el que gobierna a los hombres, el que crea”. Ngoma ya Sacega se dirigió a la Muerte: “Muerte, ¿dices que tú eres quien gobierna a los hombres y que si quisieras los exterminarías?”. La Muerte respondió: “¡Así es!”. “¿Lo sostienes?”. “¡Sí, es lo que he dicho!”. “¡Quédate allí! Y tú, Chacal ¿no dices que Dios es el más poderoso, el que gobierna a los hombres, el que crea?”. “¡Sí, eso he dicho!”. Entonces, Ngoma ya Sacega se dirigió a la Muerte: “Muerte, pierde usted el proceso. ¡El más poderoso es Dios!”. La Muerte respondió: “¿Me golpeas con el bastón de justicia en la frente? ¡Ya verás! Diciendo esto saltó sobre juez y le hincó los dientes en el cuello”.

Mientras Ngoma ya Sacega se estaba muriendo, se dirigió a los hombres que estaban allí: “!Bashingantahe, pronunciad siempre una sentencia justa! ¡Aunque tengáis miedo y os cueste la vida, no pronunciéis un fallo injusto o de apaño!”. Cuando acabó de decir eso, se murió y los bashingantahe lo enterraron. Después volvieron a la Corte para devolver el bastón de justicia, como el juez les había pedido antes de morir. Contaron al Rey como Ngoma ya Sacega dictó sentencia contra la muerte y esta le mató. El Rey les dijo: “Tomad este bastón e id a construirle un palacio, que se llamará Tribunal”. Los bashingantahe construyeron un palacio para el bastón de justicia, que aun se encuentra en el Tribunal. Este es el legado de Ngoma ya Sacega: “Mushingantahe, hombre íntegro, quien quiera que seas, no temas dictar una sentencia justa aunque debas morir”.

Según la tradición burundesa, Ngoma ya Sacega no fue un personaje de ficción sino un magistrado que vivió a finales del siglo XVII, durante el reinado del mítico soberano Ntare Rushati, fundador de la dinastía que gobernó este país africano hasta 1966, cuatro años después de lograr la independencia de Bélgica (metrópoli que colonizó Burundi por mandato de la Sociedad de Naciones, en sustitución de la anterior potencia, Alemania, tras ser derrotada en la I Guerra Mundial). El mismo año que recuperó su soberanía, las autoridades de Bujumbura aprobaron la Ley de 26 de julio de 1962 que abolió impartir justicia por métodos consuetudinarios y, con el cambio de forma de Gobierno, la nueva República prohibió la jurisdicción de los Bashingantahe; pero, las masacres interétnicas de 1993 que provocaron más de 300.000 muertos y una cifra aproximada de 800.000 desplazados–prólogo del vecino genocidio que se produjo en Ruanda, entre hutus y tutsis, en 1994– pusieron de relieve su utilidad a la hora de intentar poner fin a la matanza indiscriminada de civiles porque la sociedad aún respetaba las decisiones de aquellos jueces y sus sentencias daban cohesión a un pueblo que necesitaba la reconciliación nacional.

 
Con más de tres siglos de antigüedad, los Bashingantahe (plural del término ubushingantahe que, literalmente, significa: quien afianza la ley) continúan siendo, hoy en día, una institución de justicia restaurativa que resuelve las controversias recurriendo a la mediación, la conciliación o el arbitraje entre las partes enfrentadas.

La anterior Constitución de Burundi, de 1992, se refería al Conseil des Bashingantahe pour l’unité nationale et la réconciliation hasta en ocho ocasiones, en los los Arts. 99 y 150 a 152, configurándolo como un órgano consultivo; en la actual ley fundamental de 2005, su Art. 269 ha integrado la institución del Ubushingantahe dentro del National Council for National Unity and Reconciliation.

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