Actualmente, Villamartín es la cabecera comarcal de los municipios de la Sierra de Cádiz, en el límite septentrional de esta provincia con la vecina de Sevilla. Una tierra muy fértil, regada por el río Guadalete, que ha estado poblada desde hace más de 6.000 años, como atestigua el cercano dolmen de Alberite. Desde tiempos prehistóricos, en su entorno se fueron estableciendo los tartesios, romanos, visigodos, musulmanes y repobladores castellanos. Una de las huellas que aún se conserva son las ruinas de la fortaleza medieval de Matrera que, durante los siglos XIV y XV, formó parte de la llamada banda morisca; un conjunto de fortificaciones que servían de baluarte para defender Sevilla de las incursiones de los moros en la línea que dividió la Cristiandad del Islam durante casi doscientos años; de ahí que –hoy en día– muchos de los topónimos locales (Arcos, Vejer, Morón o Jerez) aún se apelliden “de la Frontera”, en recuerdo de aquel límite que separó la Corona de Castilla del reino nazarí de Granada.
Un monarca castellano, Alfonso XI, donó Matrera a la ciudad de Sevilla, tal y como se ha documentado en un privilegio que el rey concedió en Tordesillas (Valladolid) el 1 de abril de 1342. De este modo, el mismo año que se inició el sitio de Algeciras, la capital hispalense comenzó a administrar aquellas tierras y surgieron los primeros conflictos: por un lado, las tropas granadinas continuaron hostigando a sus escasos pobladores a lo largo de todo el siglo XV; y, por otro, la familia de los Peraza, que habitaban la fortaleza, denunció que el concejo de Sevilla los había expulsado, iniciando un litigio contra el ayuntamiento, en 1486, en el que acabaron interviniendo los Reyes Católicos.
Poco tiempo después, el 4 de febrero de 1503, las autoridades sevillanas decidieron fundar el actual núcleo de Villamartín otorgando una Carta-Puebla a 6 representantes de los 118 pobladores, a los que se cedió el dominio del lugar de Matrera a cambio de cultivar aquellas tierras, levantar allí sus viviendas y abonar el pago anual de 1.000.000 de maravedíes a Sevilla; pero el acuerdo apenas duró un lustro porque la peste bubónica diezmó a la recién llegada población y –por ende– los escasos vecinos que lograron sobrevivir al azote de la enfermedad, tampoco pudieron hacer frente al millonario pago de aquel censo. Como resultado, el concejo de Sevilla ocupó de nuevo Villamartín, expulsó a sus pobladores y usurpó las fincas hasta que desapareció la epidemia, mejoró la situación y planteó a los villamartinenses retomar el acuerdo de 1503, propuesta a la que no se prestaron los vecinos, que denunciaron a Sevilla, el 22 de marzo de 1547, ante la Real Chancillería de Granada (el Alto Tribunal que, en aquel tiempo, ejercía su jurisdicción al sur del Tajo mientras la homónima de Valladolid impartía justicia al norte). De esta forma comenzó el pleito más largo de la historia de España.
La primera sentencia se dictó tras once años de practicar diligencias, en abril de 1558, a favor de Villamartín; pero el ayuntamiento hispalense recurrió, intervinieron nuevas partes (desde los latifundistas de la comarca hasta el rey Carlos II, al tratar de vender aquellas tierras a la nobleza), se revisaron los procesos y la Chancillería volvió a fallar, ya en 1806, otorgando la razón de nuevo a los vecinos pero Sevilla, una vez más, recurrió la sentencia al Supremo Consejo de Castilla, al tiempo que las tropas de Napoleón invadían España y estallaba la Guerra de la Independencia. Finalizado el conflicto, el 18 de febrero de 1818 se falló definitiva y favorablemente para Villamartín aquel largo pleito de Matrera que duró nada menos que 270 años, 10 meses y 27 días.
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