lunes, 7 de marzo de 2016

La piedra Rosetta es un decreto

En los últimos cinco años, el Antiguo Egipto ha protagonizado diversas entradas de este blog de anécdotas y curiosidades jurídicas: desde la gran variedad de actos relacionados con el mundo del Derecho (la Estela de Guizé, las Máximas de Ptahhotep o el Código de Hermópolis) hasta la diosa de la Justicia, Maat, o el fratricidio que originó el juicio de Osiris; pasando por el Tratado de Qadesh, del 1279 a. C, que fue el primer acuerdo internacional de paz que se firmó entre dos países; el papiro que documentó la primera huelga histórica de la que se tiene constancia, fechada en el 1166 a.C.; o el proceso que juzgó la singular conspiración del harén que ocurrió en Tebas, hacia el 1154 a.C., poniendo fin al reinado de Ramsés III, con un magnicidio. Hoy nos centraremos en el aspecto menos divulgado de la piedra Rosetta que se conserva en el British Museum de Londres: su contenido; porque la célebre estela que resultó imprescindible para descifrar el significado de los jeroglíficos es, en realidad, un texto jurídico; en concreto, un Decreto del faraón Ptolomeo V Epífanes que se promulgó en Menfis, el 27 de marzo de 196 a.C.

Esta joya de la arqueología contemporánea se descubrió por casualidad entre el 15 y el 19 de julio de 1799 –a ciencia cierta, se desconoce la fecha exacta– cuando unos ingenieros del ejército francés, a las órdenes del teniente Pierre-Francois Bouchard derribaron un muro para afianzar las defensas del Fort Saint Julien, en la localidad egipcia de Rosetta, actual el-Rashid, cerca de Alejandría, con el fin de contener el avance del ejército británico mientras Napoleón huía a París. Al realizar estas labores de logística encontraron una piedra de granodiorita gris con vetas rosas de grandes dimensiones (112,3 x 75,7 x 28,4 centímetros y casi 800 kilos), con inscripciones escritas en tres caligrafías distintas: catorce líneas con jeroglíficos, treinta y dos con textos demóticos (el único fragmento que apareció completo) y, por fortuna, otros cincuenta y cuatro renglones con la versión del texto en griego.


Bouchard comprendió que se trataba de un gran hallazgo, comunicó el descubrimiento a las autoridades y los militares napoleónicos decidieron llevarla al Instituto Egipcio de El Cairo pero las tropas británicas se hicieron con el control de la capital egipcia, incluyendo la piedra y los demás hallazgos que, al final, acabaron en las vitrinas del museo londinense; sin embargo, fue otro francés, el egiptólogo Jean-François Champollion, quien llevó a cabo su traducción.

La inscripción del Decreto hace referencia al linaje divino del joven faraón Ptolomeo V –que apenas tenía 13 años cuando accedió al trono– para legitimar su poder ante el Consejo de Sacerdotes, confirmando el culto real del monarca cuando se festejaba el primer aniversario de su entronización.

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