Desafortunadamente, casi nadie conoce la labor humanitaria que desarrolló Rodrigo de Saavedra y Vinent (Madrid, 1864 – Bruselas, 1926), nieto del ilustre poeta y diplomático liberal Ángel de Saavedra (Duque de Rivas), II Marqués de Villalobar y primer Embajador de España ante Bélgica; pero, en la capital comunitaria, es probable que sea uno de los españoles más conocidos y respetados –con permiso de la reina Fabiola– y prueba de ello es que no solo pusieron su nombre a una avenida y le dedicaron una estatua en un parque y un busto en la sede del Senado sino que, para agradecerle todo lo que “el defensor de los belgas” luchó por ellos durante la I Guerra Mundial, a su muerte, las autoridades le honraron con un funeral de Estado. Un discurso de la profesora Truus Van Bosstraeten, experta en su figura, nos acerca a su desconocida biografía: (…) nació el 4 de enero de 1864 en Madrid. Pese a una infancia difícil, marcada por la enfermedad y por la discapacidad física, consiguió desarrollar una brillante carrera diplomática. Entre 1890 y 1909, trabajó como Secretario en las Embajadas de España en Washington, París y Londres (1890-1909), después como Ministro plenipotenciario en Washington (1909-1910) y en Lisboa (1910-1913) [al tiempo que se proclamaba la República Portuguesa tras el regicidio de Carlos I]. En marzo de 1913, el Marqués de Villalobar fue nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la Legación de España en Bruselas. Era una ciudad agradable, conocida como ‘el pequeño París’ debido a sus grandes avenidas, un destino diplomático tranquilo para terminar su carrera diplomática a lo grande.
Cuando el Cuerpo Diplomático salió de Bruselas el 17 de agosto, Villalobar y Whitlock asumieron las obligaciones de las demás legaciones de los países beligerantes. (…) Junto a estas responsabilidades, Villalobar y Whitlock, al permanecer en Bruselas, se comprometieron también a proteger a los ciudadanos belgas. La primera acción en ese sentido consistió en evitar que Bruselas, una ciudad difícil de defender, fuera invadida y destruida por las tropas alemanas. Barajaron la posibilidad con el entonces alcalde de Bruselas, Adolphe Max, de entregar la ciudad a los alemanes sin librar batalla alguna. Gracias a su intervención, Adolphe Max logró convencer al gobierno belga de que entregara Bruselas y así salvar la vida de miles de bruselenses.
Al principio de la guerra se hizo evidente que Bélgica sufría graves problemas de abastecimiento. El país dependía de la importación de productos alimenticios pero el bloqueo por parte de los países aliados hizo que el peligro de una hambruna se volviera real. El Comité National de Secours et d’Alimentation (el Comité Nacional de Socorro y de Alimentación, CNSA) [presidido por el diplomático belga Émile Francqui] y la Commission for Relief in Belgium (la Comisión para la Ayuda a Bélgica, CRB) fueron creadas para organizar el abastecimiento de víveres. La CRB coordinaba la ayuda alimentaria en Estados Unidos y la transportaba a través de Londres y de los Países Bajos hacia Bélgica. Entre otros artículos de primera necesidad el CNSA distribuía harina en Bélgica. Destaca el papel fundamental del Marqués de Villalobar como Ministro valedor del Comité Nacional (…).
Cuando Estados Unidos entró en la guerra a principios de 1917, ello no solo supuso una grave amenaza para el abastecimiento de Bélgica sino también un drama personal para Brand Whitlock y para Villalobar. Whitlock tuvo que abandonar Bruselas y el Marqués se quedó completamente solo, haciéndose cargo de todas las nacionalidades además de la protección de las organizaciones humanitarias. (…) Tras la marcha de los estadounidenses, la Legación de España y el Marqués de Villalobar se volvieron si cabe aún más populares entre los ciudadanos belgas y las solicitudes de ayuda no cesaban nunca. Por aquel entonces, el Marqués de Villalobar empezó a ser conocido como el ‘Defensor de los belgas’ en la prensa y en la correspondencia. (…) El Marqués de Villalobar pudo desarrollar una acción tan sumamente versátil durante la guerra porque realmente era amigo de todos y aliado de ninguno. Después de la guerra, se le concedieron numerosos homenajes e insignias de honor [1].
Para la profesora Torroja Mateu: (…) Aun siendo una iniciativa privada tuvo ciertas prerrogativas que le dotaban de un carácter sui generis. La CRB gozaba de un estatuto neutral, garantizado por acuerdos internacionales entre las partes implicadas. Acuerdos mediante los cuales Alemania se comprometía a respetar tal neutralidad, a garantizar la distribución efectiva de los bienes de socorro y a permitir y otorgar una total libertad de movimiento así como privilegios e inmunidades al personal de la CRB. Francia y Gran Bretaña por su parte, se comprometían a que la operación fuera estrictamente humanitaria, dirigida a la población civil belga y francesa en las zonas ocupadas. Esta neutralidad permitía a la CRB poder ejercer sus funciones humanitarias y le garantizaba cierta autonomía e independencia, contando con poderes impropios de una asociación privada. Por ejemplo, podia negociar y adoptar acuerdos internacionales de alto nivel, emitía su propio pasaporte y tenía incluso su propia bandera. Ciertamente, se trataba de funciones más propias de una institución estatal. Así, es este cierto estatuto híbrido entre Organización no Gubernamental y Organización Internacional lo que le dota de un carácter sui generis [3].
Gracias a esta iniciativa creada –entre otros– por el Marqués de Villalobar, la pionera CRB acabó convirtiéndose en una de las instituciones de ayuda humanitarias más trascendentales de la I Guerra Mundial.
Citas: [1] VAN BOSSTRAETEN, T. Discurso “El Marqués de Villalobar, primer Embajador de España ante Bélgica”, pronunció en el Senado belga en 2017. [2] LITTLE, B. “Commission for Relief in Belgium (CRB)”. En: 1914-1918 online. International Encyclopedia of the First World War. 2014. [3] TORROJA MATEU, H. La asistencia humanitaria en la Organización de las Naciones Unidas: Fundamentos y perspectivas actuales. Barcelona: Atelier. 2004, p. 54.
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