En el verano de 2019, Donald Trump -que, por aquel entonces, presidía el Gobierno de Estados Unidos- comentó que estaba valorando la posibilidad de comprar Groenlandia a Dinamarca, propuesta que -como era evidente- sorprendió a las autoridades de Copenhague. En el siglo XXI, este medio de adquirir la soberanía sobre un determinado territorio resulta completamente anacrónico pero lo cierto es que ese método forma parte de la propia conformación histórica de EE.UU. como nación. Recordemos, por ejemplo, que el 20 de junio de 1867 entró en vigor el Cession of Alaska Treaty; el acuerdo internacional firmado en Washington, el 30 de marzo de aquel mismo año, por William Seward, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, y Edouard de Stoeckl, consejero privado del zar de Rusia, Alejandro II, por el que se pagaron 7.200.000 dólares en oro a Moscú a cambio de transferir el dominio de aquel inmenso territorio que se hizo efectivo el 18 de octubre de 1867 (fecha que hoy en día aún se festeja como el Alaska Day).
Ese mismo año, el Gobierno de Washington comenzó a negociar con los daneses la adquisición no de Groenlandia sino de las Islas Vírgenes de Dinamarca -o Indias Occidentales Danesas- en pleno Mar Caribe por su estratégica situación; es decir, que cuando Trump se planteó adquirir la inmensa isla verde, ya existía un precedente anterior de compra con el mismo vendedor.
Todo comenzó el 24 de octubre de 1867 -apenas cuatro meses después de haber conseguido hacerse con Alaska- cuando el mismo Seward visitó este archipiélago situado a unos 80 km al Este de Puerto Rico y alcanzó un acuerdo para abonar otros 7.500.000 de dólares en oro al gobierno danés por la cesión de las islas de Santo Tomás y San Juan siempre que los lugareños se mostraran a favor; pero quiso el destino que ese mismo año concluyera con una larga sucesión de desastres naturales y ese primer acuerdo nunca llegó a ser ratificado… por parte de EE.UU.
Con el fin de la guerra hispano-estadounidense, el nuevo Secretario de Estado, John Hay, decidió retomar la negociación el 29 de enero de 1900 en un segundo intento de lograr la soberanía de aquellas dos islas caribeñas de Santo Tomás y San Juan así como una tercera, la vecina Santa Cruz, a cambio de 5.000.000 de dólares; pero, en esta ocasión, el sí del Capitolio de Washington no logró la ratificación del Parlamento Danés (que, por aquel entonces, «Borgen» aún era bicameral).
Tras los fracasos de 1867 y 1902 podría pensarse que ambas partes desistieron de la cesión pero, en 1914, el ruido de los cañones que llegaba de Europa, donde acababa de estallar la I Guerra Mundial, y la reciente apertura del Canal de Panamá brindaron un gran valor geoestratégico a aquellas pequeñas islas danesas. Washington subió la puja y ofreció 25.000.000 de dólares en monedas de oro por su soberanía. La diplomacia se puso a negociar un tercer acuerdo y, finalmente, el 14 de agosto de 1916, el ministro danés Constantin Brun y el secretario de Estado Robert Lansing lo firmaron en Nueva York. El Senado de Estados Unidos aprobó el Treaty of the Danish West Indies el 7 de septiembre de 1916 y el Rigsdag danés tres meses más tarde, el 21 de diciembre de 1916. El 17 de enero de 1917 se intercambiaron las ratificaciones y la cesión se hizo efectiva el 31 de marzo de 1917; fecha que, desde entonces, se celebra como el Transfer day of the Virgin Islands from Denmark to the United States. Hoy en día, las Islas Vírgenes de los Estados Unidos se enmarcan en el ámbito de los denominados territorios no incorporados a EE.UU.
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