Las normas existen incluso en un mundo tan postapocalíptico como el que ideó el exmédico australiano George Miller (1945-) cuando escribió el guión y dirigió Mad Max. Salvajes de autopista, en 1979 (primera parte de una saga que ya va por la quinta parte). Su conocido argumento narra cómo en un futuro cercano, la violencia de las bandas motorizadas campa a sus anchas por las inhóspitas autopistas australianas. Uno de sus pandilleros más emblemáticos, el Jinete Nocturno, muere en el transcurso de una virulenta persecución con la policía. El brazo ejecutor pertenece al agente de la ley Max Rockatansky, casado y con hijo. El resto de la banda no tardará en vengar la muerte de su líder Será entonces cuando Max, de repente viudo y solo, se transforme en Mad Max, el guerrero de la carretera [1].
Entrevistado por el crítico de cine francés Michel Ciment (1938-2023), Miller le contó el origen de aquella idea: (…) lo que me inspiró –y el recuerdo me surge precisamente ahora– fue un programa de una emisora de Melbourne, Nigth-watch, en el que un periodista radiofónico seguía a una patrulla de policías durante sus rondas nocturnas y entrevistaba a las víctimas de los accidentes de tráfico. Era horrible, pero no podía dejar de escucharlo. Un día descubrió muerto a su hijo. Entonces fue cuando se me ocurrió la idea de un hombre insensible a la violencia del entorno hasta que repentinamente le ocurre algo trágico a un allegado suyo (…). En aquella época yo trabajaba los fines de semana en el servicio de urgencias del hospital y recuerdo haber conocido a un padre cuyo hijo había muerto y cuya mujer –a quien yo había ido a ver– había quedado reducida al estado de un vegetal, ambos víctimas de un accidente de coche. Comparé mentalmente a este hombre y al observador profesional. Y pensé en el personaje de un poli. Así nació Mad Max y su historia de venganza [2].
Después de Mad Max 2. El guerrero de la carretera (de nuevo coescrita y dirigida por George Miller en 1981) llegó su nueva secuela cuatro años más tarde: Mad Max 3. Más allá de la cúpula del trueno (en esta ocasión, codirigida con el fallecido actor George Ogilvie y recordada por el magnífico tema We Don't Need Another Hero cantado por Tina Turner).
Dentro de la Thunderdome que da título al film, se aplica la regla del Two Men Enter, One Man Leaves (coreada por la multitud en el doblaje al castellano como: dos hombres entran, uno sale) para resolver los conflictos interpersonales, siguiendo la tradición del juicio por combate [«trial by combat»] para que ambos contendientes se enfrenten en una lucha singular a muerte (buen ejemplo de autotutela como método para solucionar un problema). Una tradición ancestral, más habitual entre los pueblos germánicos de la Edad Media, pero conocida por diversas culturas.
Mad Max, el personaje interpretado por Mel Gibson, lucha con una motosierra, suspendido por unas gomas del techo, contra el Golpeador (Blaster) armado con una maza; logrando vencerlo gracias a la argucia de un silbato, porque el sonido le molesta a su oponente, pero se niega a matarlo, al descubrir que se trata de un discapacitado; sin embargo, su decisión rompe “el pacto” de que sólo uno de los hombres pueda salir vivo de la cúpula; por ese motivo, la multitud recurre a la segunda regla de Negociudad (Bartertown) cuando alguien incumple lo pactado: Bust a deal, face the wheel (Rompe un trato, afronta tu destino/suerte, según el doblaje al español). El expolicía tiene entonces que girar una ruleta de la suerte para saber cuál de las diez opciones será su destino por haber incumplido la primera regla: Death, Hard Labour, Acquittal, Gulag, Aunty's Choice, Spin Again, Forfeit Goods, Underworld, Amputation y Life Imprisonment (es decir: muerte, trabajos forzados, perdón, destierro al desierto, lo que decida el personaje de Tina Turner, gira de nuevo, confiscación de sus bienes, envío al submundo, amputación y cadena perpetua). La flecha se detuvo en gulag y Max fue deportado de Negociudad al desierto. Como decíamos al comienzo, incluso en ese mundo postapocalíptico existen ciertas normas y el sentido de la justicia prevalece más allá del caos de la III Guerra Mundial.
Citas: [1] SÁNCHEZ; S. Películas claves del cine de ciencia-ficción. Barcelona: Robinbook, 2007, p. 144. [2] CIMENT, M. Pequeño planeta cinematográfico. Madrid: Akal, 2007, p. 432.
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