Para poner fin a la escalada armamentística que se vivió en el mundo durante los años 80, los presidentes de EE.UU. y la URSS, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, firmaron en Washington, D.C. el 8 de diciembre de 1987, el Tratado entre los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre la eliminación de sus misiles de alcance intermedio y de menor alcance [Treaty between the United States of America and the Union of Soviet Socialist Republics (USSR) on the Elimination of Their Intermediate-Range and Shorter-Range Missiles (conocido habitualmente como «Tratado INF», por Intermediate-Range Nuclear Forces; es decir, Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio)]. En su momento, se trató de (…) uno de los pilares esenciales del sistema euroatlántico de control de armamentos y, como tal, uno de los garantes de la paz y la seguridad en el continente europeo, según el Ministerio de AA.EE. español (*). Aquel instrumento jurídico bilateral -considerado el primer acuerdo de desarme real [1]- obligó a las dos superpotencias a eliminar sus respectivos arsenales de misiles balísticos o de crucero lanzados desde tierra -no incluyó ni los aéreos ni los marítimos- con alcances entre 500 y 1.000 km (corto) y 1.000 y 5.500 km (medio), sus lanzadores y las estructuras de apoyo asociadas, así como el equipo de apoyo, en el plazo de los tres años siguientes a su entrada en vigor, lo que sucedió el 1 de junio de 1988 tras ser ratificado en Moscú.
Para conmemorar su firma, durante el 45º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1990-1991), la Unión Soviética regaló a la ONU la escultura de bronce titulada «El bien vence al mal» [Good Defeats Evil]; obra del pintor y escultor rusogeorgiano Zurab Tsereteli (1934-2025) en un acto que tuvo lugar el 5 de octubre de 1990 y que contó con la presencia no solo del artista sino también de James Baker, Secretario de Estado de los Estados Unidos; Eduard Shevardnadze, Ministro de Asuntos Exteriores soviético y Javier Pérez de Cuéllar, Secretario General de la ONU.
Tsereteli reinventó la historia de San Jorge matando al dragón con la representación de un santo alegórico, montado en un caballo alzado, que atraviesa con su lanza a un dragón. El dragón no es la bestia mitológica de la tradición cristiana primitiva, sino que representa la derrota de la guerra nuclear mediante el histórico tratado entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Creada como monumento a la paz, la escultura está compuesta por partes de misiles reales estadounidenses y soviéticos. El dragón aparece tumbado entre fragmentos reales de estas armas, piezas rotas de misiles soviéticos SS-20 y estadounidenses Pershing (*).
Ese conjunto escultórico continúa decorando el exterior de la sede neoyorquina de las Naciones Unidas como un símbolo del fin de la Guerra Fría; pero el «Tratado INF», en cambio, corrió peor suerte y, durante el primer mandato de Donald Trump en la Casa Blanca, el 1 de febrero de 2019, los EE.UU. anunciaron su retirada del acuerdo bilateral, en virtud de lo dispuesto en su Art. XV, alegando el supuesto incumplimiento ruso de sus obligaciones lo que, al día siguiente, conllevó que las autoridades de Moscú también suspendieran su aplicación.
Cita: [1] PIGRAU, A. Guerra y Paz: La evolución del derecho internacional. Tarragona: Universitat Rovira i Virgili, 2006, p. 36.
NB: esta escultura no es el único obsequio entregado a las Naciones Unidas que conmemora la firma de un acuerdo internacional; en otra entrada de este mismo blog ya tuvimos ocasión de referirnos a la «Silla rota» [Broken Chair].
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