lunes, 3 de febrero de 2025

Las tumbas de los soldados desconocidos

En 1887, el profesor alsaciano François-Xavier Niessen fundó la asociación «Le Souvenir Français» para salvaguardar la memoria de los combatientes que lucharon en la Guerra Franco-Prusiana de 1870, de tan doloroso recuerdo para todo el país; su iniciativa se extendió por toda Francia y, en plena I Guerra Mundial, el presidente de esta entidad de utilidad pública en el Comité de Rennes, el impresor bretón Francis Simon -cuyo hijo acababa de morir en combate- planteó la idea de que se rindiera homenaje a los soldados desconocidos: ¿Por qué Francia no debería abrir las puertas del Panteón a uno de estos soldados desconocidos que murieron valientemente por la Patria? Ese entierro (…) donde yacen tantas glorias y genios, sería un símbolo y, lo que es más, ¡un homenaje a todo el ejército francés! Aquella frase la pronunció el 26 de noviembre de 1916 en el cementerio de su localidad; sin embargo, su propuesta tuvo que aguardar aún dos años, hasta que finalizó la contienda, y salió adelante por el diputado Maurice Maunoury que, el 19 de noviembre de 1918, propuso una resolución a la Cámara para instar al Gobierno a que desarrollara este proyecto... pero, en los debates, surgieron dos dilemas: ¿El Panteón era el lugar más adecuado para rendir homenaje a un soldado desconocido? Y, elegido su emplazamiento, ¿deberían inhumarse los restos de alguien en particular o la tumba sería meramente simbólica y anónima?

Quiso el destino que, al otro lado del Canal de la Mancha, el capellán castrense, David Railton, escribió al obispo Herbert Ryle para preguntarle si Westminster podría acoger los restos de un militar caído en la Gran Guerra. La idea fue recibida con tal entusiasmo que, finalmente, el 11 de noviembre de 1920 se enterró en la nave central de la Abadía londinense el cuerpo de un soldado británico no identificado, seleccionado al azar entre los cuatro cadáveres exhumados en los campos de Saint-Pol-sur-Ternoise (al Norte de Francia), como símbolo de todos los fallecidos en la I Guerra Mundial, durante una solemne ceremonia presidida por el rey Jorge V y altos mandos de las Fuerzas Armadas; como se aprecia en el cuadro del pintor británico Francis Owen Salisbury.

Frank O. Salisbury | Burial of The Unknown Warrior in
Westminster Abbey, with King George V in attendance
(1920)

Acuciados por las noticias que llegaban de Londres, el 8 de noviembre de 1920, la Cámara de Diputados (III República Francesa) aprobó una ley, por unanimidad, para enterrar al Soldado Desconocido bajo el Arco del Triunfo (al considerar más adecuado un reposo laico tras descartar el Panteón por sus connotaciones religiosas) y de modo similar a lo que ocurrió en Gran Bretaña, se eligieron nueve ataúdes de soldados franceses sin identificar; tras descartarse uno por las dudas que generaba su nacionalidad, el cabo Auguste Thin tuvo que elegir entre los restantes y, hoy en día, el cuerpo del sexto ataúd es le soldat inconnu que reposa bajo el Arco frente a los Campos Elíseos, también, desde el 11 de noviembre de 1920 (aunque la tumba definitiva se terminó el 28 de enero de 1921 y la llama del recuerdo se encendió el 11 de noviembre de 1923 por iniciativa del poeta Gabriel Boissy con el apoyo del ministro André Maginot).

Tumba bajo el Arco del triunfo (París)

PD: el 11 de noviembre es una fecha muy simbólica porque se recuerda que la firma del Armisticio de Còmpiegne se rubricó el día 11 de noviembre de 1918 a las 11,00 horas. El once a las once del once. Ese Convenio, por el que se impuso unas muy duras condiciones al perdedor de la guerra, al Imperio Alemán, es recordado hoy día en honor de la memoria de los millones de caídos [1].

Monumento a los Caídos por España

NB: En España, el decimonónico Obelisco a los Héroes del Dos de Mayo, situado en la madrileña Plaza de la Lealtad, se “reinventó” en 1985 como Monumento a los Caídos y se homologaba así (…) a los numerosos memoriales levantados en todo el mundo con carácter de símbolo nacional y que toman frecuentemente el nombre de Tumba del soldado desconocido [2].

Citas: [1] MARTÍNEZ DE BAÑOS CARRILLO, F. “Tumba al soldado desconocido”. En: Armas y Cuerpos, nº 148, pp. 84 y 85. [2] GARCÍA-MERCADAL Y GARCÍA-LOYGORRI, F. Los símbolos políticos, el ceremonial y las distinciones oficiales del Reino de España. Madrid: Dykinson, 2019, p. 212.

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