Los padres de Washington Irving (1783-1859) emigraron de las islas Británicas a Nueva York, poco antes de que estallara la revolución de las 13 colonias de la Costa Este norteamericana; por ese motivo, su madre decidió bautizar al benjamín de su numerosa familia –tuvieron once hijos– con el apellido del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington. A comienzos del siglo XIX, el célebre autor de La leyenda de Sleepy Hollow finalizó sus estudios jurídicos, se colegió en 1806 y, durante varios años ejerció la abogacía en dos conocidos bufetes neoyorquinos pero el Derecho nunca llegó a ser su verdadera vocación y decidió colgar la toga, dedicándose a otras funciones: la diplomacia y, sobre todo, la literatura. En 1826, una de sus primeras misiones por Europa le trajo a España y, durante cuatro meses, el escritor tuvo el privilegio de alojarse en el monumento más emblemático de Granada, donde recopiló los Cuentos de la Alhambra (Tales of the Alhambra) que publicó, con gran éxito, tres años más tarde.
En sus paseos por el palacio-fortaleza de los sultanes nazaríes, Irving accedió al conjunto por el lienzo Sur, cruzando la muralla por la Puerta de la Justicia, llamada así por (…) el tribunal establecido en aquel vestíbulo durante la dominación de los musulmanes, para los simples juicios y causas ordinarias; costumbre común en los pueblos orientales, y citada frecuentemente en las Sagradas Escrituras.
El gran vestíbulo o porche de entrada está formado por un inmenso arco árabe de forma de herradura, que se eleva a más de la mitad de la altura de la torre. En la clave de este arco hay grabada una gigantesca mano, y dentro del vestíbulo, en la del portal, hay esculpida del mismo modo una desmesurada llave. Los que pretenden ser peritos en los símbolos mahometanos afirman que esta mano es el emblema de la doctrina, y la llave el de la fe; otros sostienen que está significando el estandarte de los moros que dominaron la Andalucía, en oposición con el cristiano emblema de la cruz (…).
Según Mateo [Jiménez, su guía], era tradición admitida en general desde los primitivos habitantes, y que venía de padres a hijos, que la mano y la llave eran mágico amuleto del que dependía el hado de la Alhambra. El rey moro que la fundó era un gran nigromántico, o –según otros opinan– se había vendido al diablo y había levantado la colosal fortaleza, por arte mágica. Por tal motivo se sostiene ésta desde tantos siglos, desafiando las tormentas y los terremotos, mientras que casi todos los otros edificios moriscos habían venido a tierra y desaparecido [1]. Estos símbolos contrastan con la figura gótica de la Virgen y el Niño, del escultor Roberto Alemán, colocada por orden de los Reyes Católicos sobre la lápida que contiene la inscripción árabe fundacional de la puerta [2]: Haga Dios prosperar en ella la justicia del Islam [3].
Chenot | Puerta del Juicio (ca. 1850) |
El rey moro al que se refiere Washington Irving en su relato fue el sultán Yusuf I (1318-1354); responsable de una de los periodos de mayor esplendor de la Alhambra. Ordenó edificar tanto la Puerta como la Torre de la Justicia que la alberga, en 1348; una torre militar, de planta rectangular, dividida en dos pisos y una terraza. Este espacio funcionó como vivienda del alcaide de la puerta hasta la llegada de las tropas francesas a Granada en 1810. A mediados de s. XIX se convierte en vivienda de los guardas del recinto. Finalmente durante la última década de esa misma centuria se le concede un uso administrativo y residencial [2]. En cuanto al monarca que mandó construirla, según la tradición, Yusuf I murió asesinado muy cerca de la Puerta de la Justicia, en la mezquita, al otro extremo del actual Palacio de Carlos V, en 1354, por la puñalada que le asestó un esclavo. Se dio la circunstancia de que el propio sultán había accedido al trono nazarí tras el magnicidio de su hermano mayor y antecesor, Mohammed IV.
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