miércoles, 10 de julio de 2024

La «Constitución del Reino de Araucanía y Patagonia»

(…) cuando a Europa llegó noticia alarmante de las turbaciones del Perú y de Chile, promovidas las primeras por la deslealtad del cruel Francisco Hernández Girón, y las segundas por el amor de los araucanos a la nativa independencia. Virey [sic] del Perú fue nombrado el marqués de Cañete, D. Andrés Hurtado de Mendoza, y Adelantado de Chile se hizo a Gerónimo de Alderete, varón afamado allí por su buen seso y por su arrojo. En Londres le conoció Ercilla, y entusiasmado con la relación de sus fatigas y aventuras y con la poética descripción de tan remotos países, anhelante por correr mundo, ansioso de lauro, e inducido por su enérgico temple a conseguirlo entre la agitación de las campañas, mejor que entre el ocio de las cortes, a ir en compañía del Adelantado se determinó por impulso propio; y obtenida licencia del rey Felipe, muy alegre se ciñó espada, y hacia el año de 1555 y desde la cubierta de un barco divisaba las costas españolas cada vez en más lejano horizonte, hasta perderlas de vista sin derramar llanto [1]. Así comienza la introducción del poema épico La Araucana que Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) escribió ya en su patria de asiento y con insólito descanso tras poner en orden y pulir sus papeles sueltos y relativos a las proezas de sus compatriotas en las antárticas regiones; con el objetivo de narrar la Guerra de Arauco, en el actual Chile, donde combatió este soldado y poeta madrileño a mediados del siglo XVI.

La primera parte de su obra se publicó en 1570 y -como reconoció orgulloso el propio Alonso de Ercilla- fue perfectamente recibida en España y Europa y el Nuevo-Mundo, de manera de colocarle unos al nivel y otros por encima de Ariosto: nada vanaglorioso y modesto por demás en el común trato, a los que le conocían más de cerca produjo mayor asombro con su libro, no juzgándole capaz de brillar por la pluma como por la espada [1]. Con el paso de los años, entre sus muchos lectores, hubo un abogado francés al que sus aventuras en tierras chilenas le cambiaron la vida para siempre. Se llamaba Orélie Antoine de Tounens (1825-1878) y fue un extraordinario genio que siendo Procurador de los Tribunales de Perigueaux, concibió el establecimiento de una confederación de estados americanos, unidos a través de una monarquía constitucional, bajo la protección del Emperador Napoleón III [2].

El 28 de agosto de 1858, desembarcó en Coquimbo, al norte de Chile (…) de Tounens. Nacido en La Chaise (…) abogado de profesión, ejercía en Périgueux el cargo de Procurador ante el Tribunal de Primera Instancia en el Orden Comercial; además era miembro de la Logia Masónica de Périgueux, de la que recibió numerosos aportes de particulares para solventar el viaje, que junto a una venta de bienes le permitió reunir 25.000 francos. (…) entre otras actividades trabaja en el ferrocarril e invierte en el cobre, aprovecha todas sus habilidades intelectuales para aprender el idioma español como autodidacta al tiempo que utiliza esta experiencia para acrecentar sus conocimientos sobre la geografía de la Araucanía y la Patagonia, entretanto toma conocimiento de las costumbres indígenas. En octubre de 1860 viaja hasta las orillas del río Imperial, al sur de Valdivia, región en la que Quilapán -cacique de los Araucanos- por muerte de su padre, el Toqui Mañil, es dueño y señor. Los brujos de las tribus habían predicho que se obtendría la Independencia Araucana cuando apareciera como jefe de los indígenas un hombre blanco. Esta profecía le allanó los obstáculos a Tounens y le facilitó la amistad con Quilapán y otros jefes indios [3].


En ese contexto, no es de extrañar que en sus Memorias, escritas durante su obligado regreso a Francia, el propio Tounens afirmara que el pueblo araucano lo había aclamado cuando él se proclamó soberano de aquellas tierras sudamericanas con el nombre de Orélie-Antoine I y que esa era la incontestable razón de ser que justificaba la ley fundamental del gobierno que les decretó mediante la Constitución de 17 de noviembre de 1860  [4]. De este modo, el nuevo monarca dotó a su reino de una constitución que combinaba armoniosamente los principios de las monarquías tradicionales europeas con los principios de las monarquías constitucionales, adoptados por Montesquieu. La capital del Reino Unido de Araucanía y Patagonia tuvo como capital a Angol, una pequeña villa al sur de Chile [2]. Según él, su pretensión se basaba en que los territorios araucanos, nunca habían sido plenamente emancipados ni por España, ni por las nacientes repúblicas de Chile y Argentina [2], que habían logrado su independencia de la metrópoli española medio siglo antes.

(…) la Constitución de Araucanía y Patagonia se basaba en cinco principios: a) Un rey o una reina desarrollando el orden hereditario; b) Un grupo de ministros dependientes directamente del rey; c) Un Consejo de Privilegiados, compuesto por los nobles del reino; d) Un Consejo de Estado, que se encarga junto con los ministros de hablar en nombre del gobierno y, e) Un cuerpo legislativo elegido por sufragio universal. La Carta Constitucional poseía nueve títulos integrados por un total de 64 artículos [2].


El 25 de enero de 1862, el rey Aurelio-Antonio I fue secuestrado en el territorio Mapuche (cerca de la frontera con Chile) por soldados chilenos quienes habían cruzado la frontera fingiendo ser comerciantes. Después de un 'proceso judicial' y encarcelamiento fue expulsado a Francia (*) donde falleció el 17 de septiembre de 1878 en el exilio en Dordoña. Durante su arresto en la cárcel de Los Ángeles (Región del Bío Bío) -y teniendo en cuenta la previsión de los Arts. 23 y 25 de su ley fundamental- el soberano aún pudo redactar y aprobar una disposición adicional a la Constitución del 17 de noviembre de 1860 sobre la sucesión al trono y la regencia de la nación arauco-patagona, creando una dinastía que ha perdurado hasta la actualidad.

Citas: [1] DE ERCILLA Y ZÚÑIGA, A. La Araucana. Madrid: Imprenta Nacional, 1866, pp. XIII, XIV y XXIV. [2] OLANO GARCÍA, H. A. “La Constitución del Reino de Araucanía”. En: Estudios constitucionales, 2005, nº 2, pp. 365 y 368. [3] MÉNDEZ BAROZZI, R. “Orlie Antoine de Tounens, ¿Un aventurero o un agente de Napoleón III?”. En: Anuario de la Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2019, nº 31, p. 159. [4] TOUNENS, O. A. Roi d'Araucanie et de Patagonie et relation écrite par lui-même. París: Librairie de Thevelin, 1863, p. IV.

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