Dice Tomás Mestre al final de la introducción a su libro África como conflicto (Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1968): "Tal fue el mayor reparto del mundo desde el Tratado de Tordesillas (...)". Se refiere, naturalmente, al reparto que se hizo de África en la Conferencia de Berlín (1884-1885). En el primer párrafo dedicado al período colonial asegura: "Vimos cómo casi todas las potencias que se arrojaron sobre el continente africano, algunas a su pesar, lo hicieron para evitar verse excluidas de él o, de llegar tarde, situarse mal" (...). "El reparto de África -citando el libro Breve historia de África, de Roland Olivier y J. D. Fage- fue esencialmente el resultado de la aparición, sobre el suelo africano, de una o dos potencias que no habían mostrado previamente interés por el continente. Fue precisamente esto lo que desequilibró la balanza de poder e influencia existente y provocó un estado de histeria internacional en el que todas las potencias se precipitaron para reclamar cierta soberanía política y regatearon apasionadamente entre sí por el reconocimiento en esta o aquella región" [1]. A esta situación se le denomina, la rebatiña de África.
Con más de 2.500 grupos étnicos, y lenguas correspondientes, confinados en fronteras arbitrarias y artificiales (...) el Estado heredado de la colonización se caracteriza por la ausencia total de conciencia nacional y por la dependencia del exterior [2]. Recordemos que al finalizar la II Guerra Mundial, sólo había cuatro países independientes en todo el continente (los únicos que pudieron participar en la creación de la ONU):
Con más de 2.500 grupos étnicos, y lenguas correspondientes, confinados en fronteras arbitrarias y artificiales (...) el Estado heredado de la colonización se caracteriza por la ausencia total de conciencia nacional y por la dependencia del exterior [2]. Recordemos que al finalizar la II Guerra Mundial, sólo había cuatro países independientes en todo el continente (los únicos que pudieron participar en la creación de la ONU):
- Etiopía: Excepto el breve periodo de ocupación italiana (1936/1941), la antigua Abisinia fue la única nación africana que estuvo al margen del proceso colonizador europeo y siempre ha sido independiente; desde el remoto reino de Axum en el siglo II a.C., aunque la tradición suele remontarse a Menelik I –hijo de los míticos reyes Salomón de Israel y Makeda de Saba (siglo X a.C.)– como primer antepasado de los negus (monarcas) etíopes.
- Sudáfrica: Diez años después del fin de la segunda guerra de los bóer, el 31 de mayo de 1910 se creó la Unión Sudafricana de las antiguas colonias británicas del Cabo y Natal y de los estados libres de Orange y Transvaal.
- Egipto: Con una historia cuatro veces milenaria, el país del Nilo obtuvo su independencia de Gran Bretaña en 1922, aunque buena parte de su vida siguió intervenida por la ex potencia colonial hasta que finalizó la II Guerra Mundial.
- Y Liberia: En 1820 la American Colonization Society fue adquiriendo tierras a las tribus locales de la Costa del Pimentón para establecer a los esclavos que se iban liberando en los EE.UU.
A mediados del siglo XX comenzaron a lograr su independencia otros estados del África musulmana –como Túnez, Libia o Marruecos– pero quizá fue la de Ghana –en 1957– el punto de inflexión para que este proceso se extendiera imparable por todo el continente hasta culminar –por el momento– con el nacimiento de Eritrea el 24 de mayo de 1993; y, por ahora, porque actualmente algunos países africanos todavía se cuestionan su propia viabilidad [por los conflictos de Darfur y Sudán de Sur (que con toda probabilidad se independizará a comienzos de 2011) en Sudán, Katanga en la República Democrática del Congo, Ogadén en Etiopía, Casamance en Senegal o Somalilandia y la Tierra de Punt en Somalia, etc.] con el riesgo de fraccionarse y debilitar el frágil equilibrio del continente debido, fundamentalmente, a dos grandes problemas:
- En primer lugar, la inestabilidad de algunas fronteras trazadas sobre el mapa por la estrategia política de las antiguas potencias coloniales que no tuvieron en cuenta ni la historia ni la opinión de sus habitantes. Su origen se remonta a la Conferencia de Berlín, celebrada entre noviembre de 1884 y febrero de 1885, donde el canciller alemán Otto von Bismarck convocó a las 14 grandes potencias de finales del XIX para negociar la rebatiña de África; estableciendo la libertad de navegación y comercio en los ríos Congo y Níger, el derecho a colonizar el interior de un territorio a partir de su costa o la ocupación efectiva para poder ejercer los derechos de posesión. En 1964 la antigua Organización para la Unidad Africana llegó a establecer el principio de la intangibilidad de los límites heredados de la descolonización para tratar de evitar los conflictos en la delimitación territorial (Libia-Chad, Camerún-Nigeria, Burkina Faso-Malí, Marruecos-Argelia, etc.) al afirmar que debían respetarse las fronteras existentes en el momento de su independencia.
- En segundo lugar, y como consecuencia de aquel reparto, en muchos países africanos se obligó a convivir bajo una misma nación a etnias diferentes e incluso antagónicas, como sucedió en Ruanda con el genocidio de casi un millón de tutsis por parte de los hutus; probablemente, el caso más conocido, pero los enfrentamientos étnicos se han dado –y se dan– entre los guji y los borena (Etiopía), musgum y kotoko (Camerún), guere y dioula (Costa de Marfil), hausa y yoruba (Nigeria), etc. Sólo en Ghana conviven ocho grandes tribus, se hablan más de 100 idiomas y se practican numerosas religiones. Un verdadero polvorín que, en muchos países, se prende cuando el líder que llega al poder –después de un golpe de Estado, en la mayoría de los casos– pertenece a una determinada tribu e instaura una dictadura que castiga con violencia a los demás grupos étnicos, culturales, políticos o religiosos para mayor gloria de su etnia y, lamentablemente, de si mismo. De ahí que a muchos gobiernos africanos se les haya denominado cleptocracias: el Gobierno basado en el robo y en la institucionalización de un régimen corrupto que actúa con total impunidad. Sirva como imagen la entronización de Bokassa I, emperador de Centroáfrica, en 1977, sentado en un trono con un águila de oro de 4 metros de altura.
Con estos precedentes, la Unión Africana –heredera de la antigua OUA, donde está integrado todo el continente– tiene previsto que su Parlamento Panafricano de Johannesburgo deje de ser un órgano consultivo y pueda dictar sus primeras leyes a finales de esta década. Aun así, son muchos los problemas a los que tienen que enfrentarse: conflictos armados, sanidad, inmigración, derechos humanos... o, simplemente, los derivados del avance del cambio climático: cuando el Sáhel se desertice, los habitantes que viven en este borde situado bajo el Sáhara, tendrán que emigrar.
Citas: [1] GONZÁLEZ CALVO, G. África. La tercera colonización. Madrid: Mundo Negro, 2008, pp. 25 y 26. [2] KABUNDA BADI, M. "Relaciones internacionales africanas y relaciones interafricanas en la era de la globalización". En: AA.VV. África en el horizonte. Madrid: Catarata, 2006, p. 75.
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