Según el diccionario de la RAE, una de las acepciones de blanquear es ajustar a la legalidad fiscal el dinero procedente de negocios delictivos o injustificables, como el que procede del narcotráfico, el contrabando de armas, la corrupción o el terrorismo. Durante mucho tiempo se pensó que esta expresión provenía de los años 20, en tiempos de Al Capone –el famoso gángster de Chicago– al que no se pudo condenar por sus crímenes pero sí por evasión de impuestos, al demostrarse que ocultaba sus ganancias en un entramado de lavanderías (de ahí que, en inglés, el blanqueo de capitales se denomine money laundering); sin embargo, parece ser que el juego de palabras entre dinero sucio (en negro) y dinero limpio (en blanco) con el consiguiente lavado o blanqueo, se acuñó por la prensa en tiempos del escándalo del Watergate –en los 70– para referirse a la ingenieria financiera creada con motivo de la campaña electoral de Richard Nixon para financiar determinadas operaciones secretas.
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