El profesor Espinosa Antón reconoce que a lo largo de la historia generalmente se ha visto al abad de Saint-Pierre como un hombre de bien, que era un representante de la iglesia y de la nobleza francesa, que pretendía algunas pequeñas reformas y que planteó un utópico plan de paz pretendiendo crear una especie de Unión Europea. Una típica y tópica visión que, en su opinión, no vendría a hacer justicia al que fue uno de los principales personajes de la Ilustración en la primera mitad del siglo XVIII (…) [1]. En ese sentido, Eduardo Bello también apunta que a Charles Irénée Castel de Saint-Pierre (1658-1743) no se le considera un filósofo (…) es sin duda alguna un «espíritu libre», cuya actitud crítica (…) se vuelve incómoda para la línea oficial. Es más, una de sus publicaciones sobre todo –Discours sur la Polysynodie (1718)– genera tal escándalo que es excluido de la Academia Francesa, en la que había ingresado en 1695. Y, sin embargo, no escribe sino sobre lo que ha observado tanto en la vida pública, esto es, en la política de Luis XIV, como en la vida de la Corte [2].
Nació el 18 de febrero de 1658 en el castillo de Saint-Pierre (Baja Normandía) en el seno de una familia noble. Su padre administraba justicia y él le acompañaba en esas tareas desde los 15 años [1]. Estudió en el colegio jesuita de Ruán (1667-1673) y, a la muerte de su padre, el barón de Saint-Pierre, eligió el estado eclesiástico, y cursó estudios de filosofía y teología en Caen, antes de establecerse en París, en 1680 [2]. Hasta ese momento, siguió ejerciendo de árbitro de paz en conflictos entre particulares. Pasado el tiempo, decía que esa función jurídica no sólo le incitó a ocuparse de las reformas de sistema legal francés, sino también le había ayudado a tener conciencia de la necesidad de establecer un arbitraje de paz entre estados. En el rito de la confirmación cambió su nombre de “Charles-François” por el de “Charles-Irénée” (“eiréne” significa paz en griego). Una cierta fragilidad física le impidió la carrera militar y le encaminó a la carrera eclesiástica, pero le interesaba mucho más el estudio de las ciencias que el de la teología. Pronto sus inquietudes derivaron hacia la política. Gracias a su origen noble llegó a ser desde 1695 capellán de la duquesa de Orleans, cuñada del Luis XIV y madre del que sería regente a la muerte del “Rey Sol” (1715) hasta la mayoría de edad de su bisnieto Luis XV (1723). Desde esa posición, además de dedicarse a sus amadas obras de beneficencia, accedió a un palco privilegiado para ver de cerca el funcionamiento de la política [1].
Aquel proyecto consistía básicamente en la formación de una asociación de veinticuatro Estados [el abad los enumera en el Art. 9 del Proyecto: «En el Senado de Europa habrá veinticuatro senadores o diputados de los Soberanos unidos, ni más ni menos, a saber: Francia, España, Inglaterra, Holanda, Savoya, Portugal, Baviera y Asociados, Venecia, Génova y Asociados, Florencia y Asociados, Suiza y Asociados, Lorena y Asociados, Suecia, Dinamarca, Polonia, Estados Pontificios, Rusia, Austria, Curlandia y Asociados, Prusia, Sajonia, Palatinado y Asociados, Hannover y Asociados, Arzobispados-Electores y Asociados. Cada diputado sólo tendrá un voto»] que por su unión puedan alcanzar una paz estable o, como prefiere decir, una «paz perpetua». Tal Unión o Sociedad Europea ha de dotarse de una institución fundamental, un Congreso o Senado, que entre otras funciones tenga la de ejercer como Tribunal o árbitro en los conflictos entre los Estados asociados. Los Soberanos firmantes del tratado de la Unión estarán representados en el Senado mediante delegados o diputados. Dicha representación será permanente o perpetua como la Unión. El artículo primero del Proyecto de paz estipula que el Senado tendrá como sede una ciudad libre (ville libre). Una de sus principales funciones es la de deliberar acerca de los problemas de la Unión o Sociedad, sobre todo los que conciernen a la seguridad, tales como los de sedición y sublevación (art. 11) [3].
Para concluir, el profesor Bello, retomando el análisis de la filósofa francesa Simone Goyard-Fabre, afirma que: (…) aunque alguien califique la propuesta del abate de optimismo jurídico, cabe subrayar el trasfondo humanista de su proyecto de paz por la vía jurídica, en la medida en la que deja al margen las tesis providencialistas, para confiar a la razón universal la posibilidad del progreso mediante la reforma jurídica [2]; es decir, optó por la vía jurídica para la concreción de su proyecto federativo, la cual se ve hoy en día relejada en los siguientes aspectos: 1. En el rechazo a la violencia como forma expedita y aceptada para la solución de las controversias entre los Estados; 2. “el llamamiento a la idea de justicia arbitral bajo el signo de la sabia razón”; y 3. En el recurso en caso de necesidad, hacer uso de la violencia legal para hacer respetar el derecho institucionalizado por los Estados [3]. El autor de aquel Proyecto para lograr la paz perpetua en Europa falleció en París el 29 de abril de 1743.
Citas: [1] ESPINOSA ANTÓN, F. J. “Proyectos de Paz del Siglo de la Ilustración. (I. Saint-Pierre y Rousseau: planes de paz perpetua, Unión Europea y Naciones Unidas)”. En: Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, 2017, nº 38, p. 619. [2] BELLO, E. “La construcción de la paz: el proyecto del abbé de Saint-Pierre”. En: Res publica, 2010, nº 24, pp. 121, 125 y 134. [3] CASTAÑO BARRERA, Ó. M. “El tratado para lograr la paz perpetua en Europa del Abad de Saint Pierre y su contexto histórico”. En: Conflicto & Sociedad, 2014, nº 1, pp. 22, 23 y 25. Pinacografía: François de Troy | Charles-Irénée Castel de Saint-Pierre (s. XVIII).
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