miércoles, 20 de diciembre de 2017

El pleito de los naturales

De acuerdo con la investigación desarrollada por el teólogo grancanario Julio Sánchez Rodríguez [1], el primer intento evangelizador de las islas Canarias se remonta al 15 de noviembre de 1344 cuando el papa Clemente VI proclamó a don Luis de la Cerda “Príncipe de la Fortuna”, por la bula “Tuae devotionis sinceritas”. Esta bula otorgaba al Príncipe plena jurisdicción en las islas Afortunadas y derecho de patronato, le imponía la obligación de predicar el evangelio entre los infieles y le autorizaba a fundar iglesias y monasterios. Como este proyecto fracasó, por diversos motivos, una nueva bula del mismo pontífice, “Dum Diligenter”, expedida en Aviñón el 15 de mayo de 1351, aprobaba el primer proyecto exclusivamente evangelizador de las Islas Afortunadas, mediante la concesión de especiales gracias espirituales a los promotores de la empresa. Estos eran los mercaderes mallorquines Juan Doria y Jaime Segarra, acompañados de treinta fieles y devotos de Dios (…). Tan solo seis meses más tarde, el 7 de noviembre, el Papa creó el Obispado de la Fortuna con la bula “Caelestis rex regum”, designando como primer Obispo al carmelita fray Bernardo Font (…) El Obispado de La Fortuna o de Telde tuvo una existencia de escasamente medio siglo y sus Obispos fueron sólo cuatro. La suerte del Obispado estuvo condicionada a la de los misioneros [trece de ellos fueron asesinados por los “naturales” canarios en 1393, al sospechar su connivencia con las expediciones que llegaban a las islas buscando esclavos], de tal modo que al fracasar éstos en su intento de evangelizar a los aborigenes y de crear Iglesia, desapareció aquél que era eminentemente misionero (…) El siglo XV será el de la evangelización definitiva de todas las islas y la implantación de la Iglesia.

La primera catedral de la Diócesis de Canarias fue erigida en Rubicón (Lanzarote) -actual municipio de Yaiza- el 7 de julio de 1404, bajo la advocación de San Marcial de Limoges; aunque a finales de ese siglo, la sede episcopal se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria con jurisdicción en las siete islas del archipiélago, hasta que el Papa Pío VII segregó la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), el 1 de febrero de 1819 [2].

Entre ambos periodos –el primer intento de evangelización, en la segunda mitad del siglo XIV, y la implantación definitiva de la fe cristiana durante el XV– la tradición local cuenta que la Virgen de la Candelaria se apareció en 1392 a dos aborígenes “guanches [pueblo que habitaba las islas Canarias al tiempo de su conquista (RAE)] que pastoreaban su rebaño. Ellos al llegar a la boca de un barranco, vieron que el ganado no avanzaba. Uno de los pastores avanzó para ver lo que pasaba y vio en lo alto una pequeña imagen de madera de una mujer, como de un metro de alto. En la imagen, la señora portaba una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño en el brazo derecho, mientras que el pequeño llevaba en sus manos un pajarito de oro [3]. Aquella imagen que encontraron en una playa de la actual localidad de Güímar se denominó Chaxiraxi y fue venerada en la cercana cueva de Candelaria. Cuando los naturales de Tenerife se convirtieron al cristianismo, la talla de aquella diosa guanche se sincretizó con la nueva fe y acabó convertida en la Virgen de la Candelaria, patrona del archipiélago.

Plaza de la Patrona de Canarias | Candelaria (Tenerife)

El canto sexto del poema “Antigüedades de las Islas Afortunadas” de Antonio de Viana cuenta el origen, aparecimiento y partes da la santa imagen de Candelaria. A continuación, en su canto décimo sexto, el poeta tinerfeño describe cómo era la tradicional procesión de la imagen: Luego por la mañana compusieron con ramos, flores, paños y ornamentos la santa cueva, y dieron traza y orden de ciertas andas, para que la imagen pudiese ser en procesión llevada por la arenosa playa, y prevenido todo lo necesario, celebraron los divinos oficios de la misa con gran solemnidad, dieron principio a su devota procesión, y en ella llevaron la preciosa y santa imagen cuatro guanches muy nobles en sus hombros, que de merced asi lo suplicaron al general, y aquestos guanches fueron el Rey que fué de Güímar y el de Anaga, y el de Taoro, con Francisco Bueno, hijo del noble Juan de Candelaria que fué Rey de Güímar, y estos cuatro gozosos la sacaron, sin dejarla hasta volverla á su sagrada cueva.

La costumbre de que fuesen los guanches quienes procesionaran a la Virgen de la Candelaria se vio interrumpida a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Lo explica el profesor Baucells Mesa [4]: La primera coyuntura de estas «perturbaciones» arranca en 1587 con la designación por parte del cabildo [tinerfeño] de los regidores Cristóbal Trujillo de la Coba y Gaspar Yanes Delgado como diputados de fiestas, acudiendo éstos, en virtud de dichos cargos y como representación del concejo, a la celebración en Candelaria de la «Purificación de la Virgen», el 2 de febrero. Los intentos por parte, sobre todo, de Cristóbal Trujillo de arrogarse el derecho a cargar la imagen de la Virgen, hasta entonces atribuido a los descendientes de los «naturales», precipitaron el primer conflicto entre éstos y el Cabildo. La refriega entre ambos, al parecer, alcanzó dimensión de motín entre los que concurrían al acto y donde los representantes concejiles insultan a los naturales llamándoles entre otras cosas «guanches de baja suerte». El resultado fue la decisión de los naturales de cursar una demanda «de amparo de posesión» ante la Audiencia, al constituir el hecho «caso de Corte», actuando como representación en la querella de la Justicia y Regimiento de la isla algunos descendientes distinguidos de guanches: Pedro Hernández, Diego Díaz de Vera, Francisco Fernández y Hernando Baute. En noviembre de ese mismo año, la Audiencia dictaba sentencia a favor de los naturales. El conflicto se reprodujo en 1588 y en 1601 hasta que al fin, los dominicos desisten de la prosecución del litigio, «allanándose á que mientras la Comunidad no tuviera número de sacerdotes suficiente, los naturales fueran preferidos á todo otro seglar, para cargar las andas de la Santa Imagen». Con el tiempo (…) los naturales cedieron también a que el clero sacara la imagen junto a los regidores (…).

Citas: [1] Diócesis de Canarias. [2] Diócesis de Canarias. [3] ACIPRENSA. [4] BAUCELLS MESA, S. “El «pleito de los naturales» y la asimilación guanche: de la identidad étnica a la identidad de clase”. En Revista de Historia Canaria, nº 196; abril 2014, pp. 150 a 153.

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