lunes, 4 de abril de 2022

«France criminelle» (XIV): el «Caso de la cerda de Falaise»

De acuerdo con el investigador colombiano Molina Roa: Uno de los aspectos poco conocidos de la historia medieval es su tratamiento y concepción del mundo animal porque, en aquel tiempo, a los animales se les llegó a considerar seres vivos con capacidad para responder por sus acciones, lo que supuso que se celebrara un gran número de causas judiciales en su contra; por ese motivo, no fueron pocos los cerdos, perros, caballos y bueyes condenados a muerte por sus crímenes homicidas, aunque los porcinos fueron los animales más procesados por muerte o heridas a humanos, casi siempre niños [1]. En Francia, junto al lamentable accidente que dio lugar a que el rey Luis VI decretase el Edicto Porcino, el proceso más célebre fue el juicio contra la cerda [truie] de Falaise –una localidad normanda situada al Sur del departamento de Calvados que pasó a la historia por ser allí donde nació Guillermo I de Inglaterra, el Conquistadoracusada de dar muerte a mordiscos a un pequeño niño [1]. Ocurrió en enero de 1386.

El historiador francés Michel Pastoureau –uno de los mayores expertos en este singular ámbito judicial– lo narra así: (…) A comienzos del año 1386, en Falaise, Normandía, tuvo lugar un acontecimiento muy insólito. Una cerda de aproximadamente 3 años de edad, vestida con ropas de hombre, fue acarreada por una yegua desde la plaza del castillo hasta la periferia de Guibray, donde se había instalado un cadalso sobre el campo de la feria. Allí, frente a una muchedumbre heterogénea integrada por el vizconde de Falaise y su gente, habitantes de la ciudad, campesinos venidos de los campos de los alrededores y una multitud de cerdos, el verdugo mutiló a la cerda cortándole el morro y practicándole incisiones en un muslo. A continuación, luego de disfrazarla con una suerte de máscara con forma de rostro humano, la colgó por los corvejones traseros de una horca de madera especialmente dispuesta para ese efecto y la abandonó en esa posición hasta que sobrevino su muerte. Cosa que, sin duda, ocurrió rápidamente, puesto que de las heridas del animal manaban borbotones de sangre. Pero no por eso concluyó el espectáculo. Se trajo a la yegua nuevamente y, luego de un simulacro de estrangulamiento, se ató el cadáver de la cerda sobre una criba a fin de que el ritual infamatorio del acarreo pudiese recomenzar. Finalmente, luego de varias vueltas a la plaza, se colocó a los restos más o menos dislocados del pobre animal en una hoguera y se los quemó. Ignoramos qué fue de sus cenizas, pero sabemos que un tiempo después, por pedido del vizconde de Falaise, se realizó una gran pintura mural en la iglesia de la Santa Trinidad, a fin de conservar el recuerdo del acontecimiento.

Vista aérea de Falaise (Normandía | Francia)

Este hecho es insólito por más de una razón. El disfraz de hombre de la cerda, las mutilaciones corporales, el doble acarreo ritual y, sobre todo, la presencia de congéneres porcinos en el lugar del suplicio, todo esto es realmente excepcional. Lo que quizás resulta menos excepcional, en cambio, a fines del siglo XIV, es la ejecución pública de un animal que, tras haber cometido un crimen o un mesfet [perjuicio] grave, comparece ante un tribunal, es juzgado y luego condenado a muerte por una autoridad laica. Tal fue el caso de la cerda de Falaise, culpable de matar a un niño de pecho; su juicio, contrariamente a muchos otros, ha dejado algunos rastros en los archivos. (…) sabemos por un recibo del 9 de enero de 1386, presentado ante un “tabellio” [hoy diríamos, notario] de nombre Guiot de Montfort, que el verdugo de la ciudad recibió diez sueldos y diez denarios torneses por su pena –de lo cual declara estar “muy contento”– y luego, nuevamente, diez sueldos para comprarse un par de guantes nuevos. Se trata de una suma importante para un par de guantes, pero los anteriores se habían manchado material y simbólicamente de tal forma que sin duda era necesario ir más allá de la mera indemnización.

Iglesia de la Santa Trinidad, en Falaise

Asimismo, sabemos aun muchas cosas más sobre esta causa, una de las mejor documentadas de los cerca de sesenta juicios hallados en Francia entre el siglo XIII y el siglo XVI. El vizconde, es decir, el baile del rey, puesto que en la región de Normandía las bailías se llaman vizcondados, se llamaba Regnaud Rigault. Fue vizconde de Falaise de 1380 a 1387. Seguramente, fue él quien pronunció la sentencia y presidió la ceremonia de ejecución. Quizás, también fue él quien tuvo la sorprendente idea de invitar a los campesinos a asistir no sólo en familia, sino también acompañados por sus cerdos, a fin de que el espectáculo de la cerda supliciada “les sirviese de enseñanza”. Fue él, por último, el que encargó que se realizara una pintura en la iglesia de la Trinidad para conservar el recuerdo del acontecimiento [2].

Para concluir, en el siglo XIX, el bibliotecario de esta localidad normanda, Frédéric Galeron (1794-1838) incluyó también este proceso judicial en su libro Histoire et description de Falaise (1830, p. 24) donde añadió algún otro detalle: (...) una cerda devoró al hijo de un peón del pueblo llamado Janet. Este accidente llegó a conocimiento del juez, quien condenó al animal a sufrir públicamente la pena de represalia. Al niño le habían arrancado la cara y un brazo; la cerda fue mutilada de la misma manera, y luego colgada por la mano del verdugo.

NB: En 1266, en Fontenay-aux-Roses, cerca de París, se llevó a juicio a un cerdo. Este es el primer registro que tenemos de un mamífero juzgado por asesinato. El puerco fue condenado por comerse a un niño y sentenciado a ser quemado públicamente (…) el tribunal lo trató como un asunto penal en el que el puerco tenía libre albedrío para elegir cometer el homicidio, por lo que era el único responsable de sus actos [3]. Asimismo, otro célebre juicio porcino fue el «procès de la truie» celebrado en la localidad normanda de Pont-de-l’Arche, en 1408.

Citas: [1] MOLINA ROA, J. A. Los derechos de los animales. De la cosificación a la zoopolítica. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2018, pp. 63 y 79. [2] PASTOUREAU, M. Una historia simbólica de la Edad Media occidental. Buenos Aires: Katz, 2006, pp. 32 a 34. [3] FRANK, C. “The pig that was not convicted of homicide, or: the first animal trial that was none”. En: Global Journal of Animal Law, 2021, vol. 9, p. 1.

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