viernes, 8 de julio de 2022

«France criminelle» (XV): el «Caso de la viuda Gras»

La primera vez que hablamos en este blog sobre la célebre agresión con ácido sulfúrico planificada por la viuda Gras contra su amado, para desfigurarlo y poder cuidarlo mientras administrativa su cuantiosa fortuna, fue al comentar el excelente libro «El contagio del asesinato» (publicado en 1887) de Paul Aubry (1858-1899) porque el médico bretón le dedicó parte del contenido del capítulo I de la segunda parte, al referirse a los asesinatos cometidos con vitriolo (el “vitriolage” es el atentado por desfiguración; es decir, la agresión a otra persona lanzándole, generalmente al rostro, algún tipo de líquido corrosivo). El Dr. Aubry no compartía la creencia popular de que esta mujer hubiera sido la “inventora” de ese atroz método de venganza que, hoy en día, solemos asociar a los ataques vinculados con los crímenes de honor. En España, a diferencia de lo que sucede en Latinoamérica y el resto de Europa, apenas contamos con bibliografía que divulgue aquellos hechos y su posterior juicio, por lo que es un buen momento para conocer este singular asunto que no solo forma parte de la crónica negra de París sino de todo el Viejo Continente.

Tres de las principales fuentes para documentarse sobre el «Caso de la viuda Gras» son una breve mención en el volumen I de la recopilación The Complete Letters of Henry James, 1876–1878; la reseña que incluyó el escritor alemán Max Simon Nordau (1849-1923) en su obra Paris sketches, publicada en 1890; y, sobre todo, el capítulo que le dedicó el abogado, juez y político mexicano Rafael Zayas Enríquez (1848-1932) en el Volumen 2 de Fisiologia del crimen: estudio jurídico-sociológico (1886). Además de otros títulos tan singulares como, por ejemplo, La Coppia criminale. Studio di Psicologia morbosa (1893), escrito por el criminólogo italiano Scipio Sighele; La police parisienne. Les Femmes criminelles (1904) del detective de la Sûreté francesa Gustave Macé, sucesor de Eugène François Vidocq, que llevó la investigación policial de este asunto; o Annals of Crime: Some Extraordinary Women (1930), del noveliusta londinense William Henry Williamson. Con esas mimbres ya podemos tejer su historia.


Jeanne Arménaïde Brécourt nació en la capital francesa el 8 de abril de 1837, hija de una portera en la rue de Ménilmontant y de un obrero que trabajaba en una imprenta para mantener a los seis miembros de su familia. Los primeros años de su infancia transcurrieron bajo la protección de una vecina adinerada que se hizo cargo de la educación de la niña hasta que sus padres la pusieron a vender flores, verdura, pan de jengibre o lo que hubiera en un puesto callejero durante seis años. En 1854, la joven volvió a pedir ayuda a su benefactora y ella fue quien le presentó a Charles Gras, entregándole una generosa dote para que se casaran y abrieran una tienda de ultramarinos; pero ni el matrimonio ni el negocio prosperaron, se separaron dos años después de contraer el enlace y, mientras ella comenzó a seducir a hombres acaudalados en Bretaña para extorsionarlos después, amenazándoles con revelar su relación, su marido falleció en un hospital de París en 1871.

La viuda Gras continuó ejerciendo de cortesana –bajo los pseudónimos de Baronesa Eugenia de Breville de Lacour o Jeanne de la Cour– hasta que conoció a su víctima en un baile de salón, en 1874. René de la Roche había nacido en la región de Turena (1853); era huérfano desde pequeño y vivía en la capital con su hermano disfrutando de la fortuna de su herencia familiar. En palabras de Zayas Enríquez: (…) La pasión que supo inspirarle la Gras creció rápidamente, llegando á adquirir sobre él un imperio absoluto, sin que él mismo advirtiese el yugo que le sujetaba cada día mís. No daba paso alguno sin que ella le autorizase; no obraba en ningún sentido sin que ella le dirigiese; aún en sus relaciones de familia, en sus negocios y en todos los detalles de la vida (…) [p. 106].

La idea de lesionar a de la Roche –el típico tonto rico y ocioso, según Nordau– para dedicarse en cuerpo y alma a cuidar del enfermo mientras se adueñaba de todos sus bienes se le ocurrió a la viuda Gras pero no la ejecutó ella sino un antiguo soldado al que había conocido mientras vivía, siendo niña, en la rue de Ménilmontant. Nathalis Mathieu Gaudry desapareció de la vida de “la baronesa” mientras sirvió en el ejército y se estableció en Amiens, donde se casó y tuvo un hijo; pero, al enviudar, dejó al niño con sus padres y buscó fortuna en una fábrica en París; ciudad en la que el antiguo sargento volvió a coincidir con su amiga de la infancia. Entonces, (…) la Gras comprendió todo el partido que podía sacar de un hombre de su clase que la manifestaba una adhesión tan ciega y tan enérgica, sin concederle el más ligero favor [ob. cit., p. 108].


El juego a dos bandas que había planeado era sencillo: después de varias tentativas frustradas, como los dos hombres no se conocían, la noche del 13 de enero de 1877, de la Roche acompañó a la viuda Gras a su casa en la Rue de Boulogne, tras haber asistido a un baile de máscaras. La mujer se despidió y empezó a subir las escaleras hacia su apartamiento cuando Gaudry, agazapado en las sombras, esperó a que el joven se encaminara hacia su domicilio para atacarlo en la calle, lanzándole el vitriolo de un frasco (ácido sulfúrico) a la cara. Ella le había mentido diciéndole que aquel muchacho era hijo de un hombre que le debía dinero y que así podría vengarse de aquella familia. A cambio de prestarle aquel servicio, Jeanne Gras le prometió complacerlo y casarse con él antes de tres meses.

Sin embargo, tanto el hermano de de la Roche como los miembros de la policía sospecharon enseguida de la forma de actuar de la devota viuda: subió al enfermo –herido y desfigurado– a su propia casa y lo atendió toda la noche pero sin llamar a ningún médico hasta el día siguiente y cuando el doctor le puso en tratamiento para intentar salvar la visión del ojo izquierdo porque el derecho estaba completamente perdido, lejos de mejorar, René empeoró por momentos (más tarde, durante el juicio se descubrió que ella continuó abrasándole el globo ocular con más gotas de vitriolo); y decidió que el mejor remedio para la maltrecha salud del joven era que ambos se fuesen a vivir cerca de la frontera con Italia. A propuesta del detective Gustave Macé se estableció una discreta vigilancia que dio sus frutos cuando el portero del inmueble y otros testigos del vecindario empezaron a mencionar al otro hombre que visitaba a la viuda con asiduidad. El exsargento Gaudry fue citado a declarar y, abatido por los remordimientos, lo confesó todo de plano, sin que las excitaciones al silencio que la Gras había conseguido hacer llegar hasta él, lograsen hacerle callar. Es tarde, le contestó [p. 114].

El abogado Charles Gabriel Edgar Demange (1841-1925) se encargó de defender la inocencia de Gaudry mientras que Charles Lachaud (1817-1882) –que ya había intervenido como letrado en el famoso «Caso Lafarge», en 1840, junto a Alphonse Paillet– llevó la defensa de la viuda. El juicio del Affaire Gras-Gaudry se celebró durante tres días, seis meses después de la agresión, contó con la intervención de la propia víctima, con el rostro desfigurado por el ácido, y concluyó el 25 de julio de 1877, (…) á primera hora, el jurado declaró culpables à la viuda Gras y á Gaudry en todo los puntos, admitiendo circunstancias atenuantes para este último. Después de una deliberación bastante larga, los jueces condenaron á la viuda Gras á 15 años de galeras, y al obrero Gaudry, á 10 años de reclusión [p. 117].

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