«Por el amor de Dios y por el pueblo cristiano y nuestra común salvación, de este día en adelante, mientras Dios me dé sabiduría y poder, socorreré a este mi hermano Carlos con mi ayuda y cualquier otra cosa, como por derecho se debe socorrer a un hermano, a condición de que él haga lo mismo por mí, y no tendré nunca acuerdo alguno con Lotario que, por mi voluntad, pueda ser perjudicial para mi hermano Carlos». Este es el breve juramento que nos ha llegado gracias a un documento titulado “La historia de las divisiones entre los hijos de Luis el Piadoso”, escrito por Nithard [el historiador Nitardo (790-844), nieto de Carlomagno], contemporáneo y pariente de los príncipes. Los “Juramentos de Estrasburgo” tienen la doble importancia de haber sido la base de la fundación de la nación francesa y el primer texto conocido escrito enteramente en protofrancés [1]
El acta lo firmaron el rey Carlos II de Francia, el Calvo (823-877) y su hermano Luis el Germánico (ca. 810-876) en la capital alsaciana el 14 de febrero de 842, contra su tercer hermano, el emperador Lotario I del Sacro Imperio Romano Germánico (795-855) en las lenguas, distintas ya del latín, que se hablaban en el extenso territorio heredado de su abuelo Carlomagno para que todos pudieran entender aquel pacto que, hoy en día, consideraríamos que incluyó el principio de defensa colectiva.
Los Juramentos de Estrasburgo [Sacramenta Argentariae o Serments de Strasbourg] son a la vez el primer punto de partida del francés medieval más antiguo y el último testimonio de la lengua formularia de la época precedente (…). El hecho de ser pronunciados nos asegura que en los Juramentos de Estrasburgo hay una lengua viva, comprensible para los hablantes. (…) Como los que redactaron dicho documento eran los letrados y juriconsultos de la corte, que hasta ese momento habían estado utilizando el latín como lengua burocrática, no nos extraña encontrar un molde formal latino y una lengua francesa rudimentaria con infiltraciones germánicas [2].
(…) Lo insólito de este pacto celebrado entre los dos hermanos y, al mismo tiempo, dos hijos [sic] de Carlomagno, (…) fue (…) que (…) Charles le Chauve y Louis le Germanique se comprometieron mutua y translingüísticamente a apoyarse y finalizar todas sus disputas, por lo que los juramentos fueron tomados por ellos y sus tropas en la lengua del otro, es decir, en “alemán” y en “francés” (romana lingua). (…) Ello demuestra un proceso que, de forma programática, pretende superar los conflictos armados y lograr una coexistencia pacífica mediante el reconocimiento y la puesta en valor de la lengua y la cultura del otro [3].
Al año siguiente, el «Tratado de Verdún» (ca. 10 de agosto de 843) cuestionó la unidad imperial al dividir el imperio carolingio en tres creaciones políticas nuevas: Francia, Alemania y Lotaringia. Las dos primeras respondían a realidades étnicas, culturales y sociales y de ahí su larga vida. La Lotaringia era un territorio ficticio compuesto con tierras de muy diverso poblamiento. A lo largo de la historia esta creación contra natura dio lugar a problemas políticos pues no era zona con unas claras fronteras (…). Con el Tratado de Verdún se planteaba una primera división de Europa atendiendo a unas fronteras políticas creadas artificialmente [4].
Citas: [1] PRIETO, C. Cinco mil años de palabras. Comentarios sobre el origen, evolución, muerte y resurrección de algunas lenguas Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2005, 150. [2] LÓPEZ ALCARAZ, J. Los juramentos de Estrasburgo y La cantilena de Santa Eulalia. Comentario filológico de los dos primeros textos franceses. Murcia: Universidad de Murcia, 1994, p. 19. [3] ETTE, O. “Las literaturas del mundo bajo el signo de la convivencia. Escribir después del eurocentrismo y el fin de la literatura mundial”. En: Revista de estudios literarios latinoamericanos, 2023, nº 15, p. 55. [4] SEGURA GRAÍÑO, S. “Una reflexión sobre las fronteras en la Edad Media. Implicaciones sociales políticas y mentales”. En: Aragón en la Edad Media, 1999, nº 14-15, p. 1489.
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