El origen de este famoso y polémico galardón es uno de los más rocambolescos que yo recuerde. El 27 de febrero de 1992, una mujer de 79 años llamada Stella Liebeck llegó al McAuto de un restaurante McDonald´s en Albuquerque (Nuevo México, EEUU) en el coche que conducía su nieto Chris; pidió un café por la ventanilla y lo colocó entre las piernas para poder echar el azúcar y la cápsula de leche, pero derramó el contenido del vaso y la bebida caliente –que estaba entre 82 y 88º C– se impregnó en sus pantalones de algodón, provocándole quemaduras de tercer grado en sus piernas, nalgas e ingles de las que tardó en curarse dos años, incluyendo una operación para autoinjertarle la piel. La anciana demandó a la conocida cadena de hamburgueserías en el caso Liebeck v. McDonald´s Restaurants de 1994 y, finalmente, logró una indemnización de 640.000 dólares (no tan abultada como la que solicitaban sus abogados: casi 3.000.000 $).
En 2005, el escritor Randy Cassingham reunió este y otros casos de demandas judiciales similares (tan frívolas como oportunistas) en el libro The True Stella Awards: Honoring real cases of greedy opportunists, frivolous lawsuits, and the law run amok, creando una verdadera leyenda urbana sobre los premios Stella que se vio acrecentada por la multitud de falsas sentencias que empezaron a divulgarse por internet, como aquel bulo del conductor que denunció a una marca de coches porque conectó el control de velocidad pensando que se trataba de un piloto automático, dejó de conducir, se pasó al asiento posterior y tuvo un accidente cuando el automóvil se salió de la carretera en la primera curva; circularon tantas mentiras que, finalmente, el autor del libro tuvo que crear una web específica para debatir los procesos judiciales más estrambóticos pero reales, como el del cazador que demandó a la empresa fabricante de municiones porque la caja no especificaba que aquellas balas no eran adecuadas para abatir leones en un safari; el pasajero de Delta Airlines que denunció a la compañía aérea porque tuvo que viajar incómodamente junto a un compañero de asiento que era obeso o el neoyorquino que se autofacturó dentro de una caja para viajar gratis a Texas y, al ser descubierto por el cartero, fue acusado de polizón (un delito federal).
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