Al comentar el
Retrato del dux Francesco Venier, pintado por Tiziano entre 1554 y 1556 y expuesto en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, la historiadora del arte
Teresa de la Vega contextualiza el momento en el que la capital de los canales se desposó con el mar. (…)
En el siglo IX, un pequeño asentamiento lacustre sobre el Adriático consiguió la autonomía del Imperio Bizantino, iniciándose así para Venecia una gloriosa historia como potencia marítima y comercial. Para conmemorar la victoria sobre los piratas dálmatas que no cesaban de hostigar a las naves vénetas, y que tuvo lugar el día de la Ascensión, se celebraba en este día el Sposalizio del mare, una boda simbólica entre el Dux y la mar a bordo de la galera ricamente engalanada, el Bucentauro. El magistrado supremo de la República arrojaba un anillo a las aguas (
*).
La profesora Rocío Peñalta Catalán ha investigado en profundidad esta peculiar costumbre: (…) La fiesta de la Ascensión, o la Sensa, era una de las fiestas más importantes de la República de Venecia, pues conmemoraba dos hechos fundamentales de la historia de la ciudad. El primero, el triunfo de los venecianos sobre los piratas dálmatas, que obligaban a Venecia a pagar un tributo anual para garantizar el libre tránsito de sus navíos a través del Adriático. La expedición, liderada por el dux Pietro II Orseolo, partió de Venecia el 9 de mayo del año 1000, día de la Ascensión, y con su victoria sobre los corsarios garantizó el dominio militar y comercial de la Serenísima en todo el mar Adriático (…). En segundo lugar, la reconciliación entre el papa Alejandro III y el emperador Federico Barbarroja, que puso fin a diecisiete años de cisma y llevó la paz a Italia, y que se produjo en Venecia en 1177, gracias a la mediación del dux Sebastiano Ziani (…).
Ese día se celebraba con gran pompa el desposorio simbólico de Venecia con el mar, el sposalizio del mar, en dialecto véneto. El dux, a bordo del Bucintoro –la galera ducal–, acompañado de su séquito y rodeado por todo un cortejo de embarcaciones, se dirigía, con su suntuoso traje de púrpura y oro, hasta el paso del Lido, donde se encontraba con la flota del Patriarca de Venecia, y allí arrojaba su anillo de oro a las olas pronunciando la fórmula solemne: «Desposamus te, mare, in signum veri perpetuique dominii» [Nos desposamos contigo, ¡oh, mar!, en señal de verdadera y perpetua dominación]. Luego se cantaba misa, y la fiesta acababa por la tarde con un suntuoso banquete en el Lido. Pero Tafur y el Marqués de Tarifa describen con detalle el desarrollo de esta ceremonia: cómo el dux parte de Venecia en el Bucintoro, su galera, acompañado por los hombres principales de la ciudad. Ambos coinciden en describir la galera del dux hablando de su tamaño, de su rico aspecto, de los remeros y los gentilhombres que viajan en ella, de la suntuosidad del traje del dux. También explican cómo el Patriarca bendice el mar y cómo el Dux lanza su anillo al agua. Fadrique Enríquez de Ribera, además, nos cuenta que en el agua, alrededor de la galera, muchos hombres esperan nadando para tratar de atrapar el anillo «que puede valer quatro o çinco ducados» [PEÑALTA CATALÁN, R. “Fiestas y juegos venecianos en los libros de viajes medievales”. En: URBS. Revista de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales. Vol. 11, nº 1, pp. 28 y 29].
Desde mediados del siglo XX se ha recuperado la recreación histórica de esta costumbre, durante la celebración en Venecia de la Festa della Sensa; ritual que también se encuentra en otras ciudades italianas como Pisa (en Toscana) o Cervia (Emilia-Romaña).
Pinacografía: Canaletto | Dos versiones de Il ritorno del Bucintoro nel Molo il giorno dell'Ascensione (1738 y 1730, respectivamente).
PD: en este blog ya le hemos dedicado otras entradas a la Serenísima ciudad de los canales; por ejemplo: la Comisión de Venecia; Shakespeare y la justicia en El mercader de Venecia; el origen del nombre del famoso Puente de los Suspiros; o la historia del pobre panadero.
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