Federico Olóriz Aguilera -de acuerdo con la biografía escrita por los profesores Fernando Girón Irueste y Miguel Guirao Piñeyro; dos grandes expertos en su obra- nació en Granada el 9 de octubre de 1855 y estudió el bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza (…). Seguidamente inició los estudios de Medicina, en los que se licenció con premio extraordinario en 1875. Decidido a seguir carrera universitaria, permaneció en la Facultad granadina como profesor auxiliar de múltiples disciplinas, como era habitual en la época: Higiene, Cirugía, Anatomía, Disección y Osteología, a la vez que fue profesor clínico en el Hospital de San Juan de Dios. (…) En 1883 logró la plaza de Anatomía general y descriptiva de la Universidad madrileña. (…) Muy pronto comenzó a realizar trabajos antropológicos (…), a coleccionar cráneos humanos de distintos puntos de España, y también a hacer mediciones antropológicas en cuarteles, colegios y cárceles. Por ello, se le considera el iniciador de la Antropología física y social en España (…) A pesar de estos logros, creemos que su aportación más importante fue establecer el «Método Olóriz» que permite la identificación de personas a través del análisis de sus huellas dactilares, es decir, la dactiloscopia. (…) Olóriz falleció el 28 de febrero de 1912, (…) cuando apenas contaba 56 años de edad. No obstante, la mayor parte de su trabajo dactiloscópico estaba hecho y solo quedaba ya recoger los frutos, que le fueron llegando de todas partes del mundo (…). Cien años después, en España y Portugal se sigue empleando a diario el «Método Olóriz», para la identificación de delincuentes [1].
En otra publicación, ambos autores añaden que: (…) En 1903, con ocasión del XIV Congreso Médico Internacional de Madrid, presentó una comunicación sobre "un proyecto de clasificación dactiloscópica adaptado a ese particular objeto". Lo hizo para vencer la resistencia que a toda innovación en este sentido oponían los defensores de Alphonse Bertillon, sencillamente porque en aquellas fechas París dictaba las normas por las cuales había de regirse la ciencia, al igual que imponía la moda en el vestir. Tras su informe, el Dr. Domingo S. Cavia, de Buenos Aires, otro congresista, le dijo que en la Argentina había un investigador de origen checo [sic (en realidad, dálmata, de Croacia)], llamado [Juan] Vucetich, que había inventado un sistema sencillo, pero con una potencia clasificadora formidable, que había sido bautizado con el nombre de Dactiloscopia. (…) Olóriz modificó y simplificó la subclasificación bidéltica de Galton y Henry, la adaptó para sus fines de identificación, y fijó los tipos de transición con unas reglas que han estado vigentes durante mucho tiempo. Y para divulgar el que sería denominado "Método Olóriz" escribió en 1909 un libro titulado “Guía para extender la tarjeta de identidad” que repartió gratuitamente entre sus alumnos de la Escuela de identificación. Este trabajo había sido presentado previamente en el Congreso Nacional de Medicina de Zaragoza, en 1908 titulado “El sistema dactiloscópico español” [2].
Aquella tarjeta de identidad a la que se refería este fanático de la anatomía, de acuerdo con su propia definición [3] es el actual DNI. Como ya tuvimos ocasión de señalar, el Decreto de 2 de marzo de 1944 creó el Documento Nacional de Identidad; dos años más tarde, la Orden de 7 de mayo de 1946 anunció el concurso para la adopción del modelo oficial de este nuevo documento, cuyas dos primeras bases disponían que aquella tarjeta de tamaño adecuado al de [la] cartera de bolsillo, há de llevar, además del texto que se señale, una impresión dactilar y la fotografía del titular.
Con esos datos, cobra sentido la conclusión del historiador José Ramón Bertomeu Sánchez: (…) La propuesta de una tarjeta nacional de identidad con información dactiloscópica había sido formulada varias décadas antes por (…) el médico Federico Olóriz Aguilera. Se trataba de una propuesta muy pionera realizada casi al mismo tiempo que otra semejante en Argentina alrededor de 1909. El recorrido de Federico Olóriz en el terreno de las huellas dactilares fue, sin embargo, muy diferente al de su colega argentino, Juan Vucetich, con el que mantuvo un importante intercambio epistolar en esos años. (…) La lectura de la obra de Vucetich también provocó una fuerte impresión en Olóriz. Retomó sus trabajos con sus antiguas fichas dactilográficas y ensayó nuevas formas de clasificación. Pronto se convenció de la superioridad del sistema de Vucetich, abandonó sus primeros intentos y adoptó la clasificación argentina. Olóriz introdujo pequeñas modificaciones, básicamente la relacionada con la terminología. Reemplazó las expresiones de Vucetich por términos de origen grecolatino, más cercanos a las convenciones del lenguaje médico y con mayores posibilidades de transformarse en vocabulario de uso internacional [4].
A grandes rasgos, Olóriz conocía el trabajo de Vucetich y los de Galton y Henry. Seleccionó y adaptó los sistemas de los dos con mucho acierto, optando por el sistema de Vucetich para la formulación decadactilar y por el sistema Galton-Henry, para la subfórmula. (…) creó su propio sistema partiendo de los anteriores en 1903. Sustituye los nombres dados por Vucetich a los cuatro tipos de dactilogramas –arcos, presillas internas, presillas externas y verticilos– por adelto, si no existiere delta; monodelto, en caso de existir solo uno, pudiendo ser dextrodelto o sinistrodelto, considerando su posición en el dactilograma; y bidelto, si había dos o más de dos. Además, incluye, en los casos de ambigüedades, como exponente del tipo principal, aquel con el que existe la duda. Al escribir la «fórmula» (término que se usará hasta nuestros días), utiliza letras para los dedos pulgares y números para los restantes, con una particularidad: para los bideltos, no utiliza la «B», sino la «V», de verticilo, para mantener el orden alfabético, en consonancia con el sucesivo para los números. Cuando encontró el mismo problema que Vucetich, al constatar que según aumentaban las colecciones algunas fórmulas posibles no aparecían y, sin embargo, otras aparecían con desesperante frecuencia, lo abordó de forma diferente: utilizando para la subclasificación de los monodeltos la línea de Galton, para contar las crestas (utilizando, pues, números para la subfórmula). Con respecto a los bideltos, sigue la limitante basilar y los divide en externos, internos y medios (utilizando para la subfórmula las iniciales «e», «i» y «m», respectivamente). Además, estableció la clasificación de los centros y la división morfológica de los deltas. Olóriz adopta, igualmente, el ordenamiento de las tarjetas en serie continua, separadas por la colocación de carpetas-guía, así como su archivo en cajones de canto vertical. (…) En España, la dactiloscopia se adopta por el Cuerpo de Vigilancia en el año 1911, como método de identificación, siguiendo el sistema del Dr. Oloriz [5].
Por último, en cuanto a su posicionamiento respecto a la escuela de Cesare Lombroso. El Dr. Chiu ha investigado que aunque las ideas del antropólogo italiano penetraron con fuerza en España, (…) ciertamente fue breve su tiempo de repercusión. En la conferencia “Morfología exterior del hombre aplicada a las Ciencias Sociales” que impartió en Madrid el 29 de enero de 1911 en la solemne sesión inaugural de la Real Academia Nacional de Medicina. Madrid, Olóriz deja claro su distanciamiento de tales teorías, que consideraba los caracteres morfológicos como definitorios del hombre delincuente. Lo expresa de forma clara: “La especie, la raza y el sexo son obra de la Naturaleza, consolidada por la herencia orgánica; la criminalidad, el oficio y la riqueza son obra casi exclusiva del ambiente social y apenas si dicha herencia influye en las tendencias, las vocaciones y las vicisitudes que determinan la ulterior inclusión de cada individuo en alguno de los grupos humanos secundarios que hablamos” [6].
Citas: [1] GIRÓN IRUESTE, F. & GUIRAO PIÑEYRO, M. “«Influencia del roce y desgaste epidérmico en el dibujo papilar»: experiencias inéditas sobre dactiloscopia de Federico Olóriz Aguilera (1855-1912)”. En: Dynamis 2015, nº 35, pp. 178 a 180 y 191. [2] GUIRAO PIÑEYRO, M. & GIRÓN IRUESTE, F. “Federico Olóriz Aguilera, en el Año Olóriz”. En: Actualidad Médica, 2012, vol. 97, p. 68. [3] ARQUIOLA, E. “Anatomía y Antropología en la obra de Olóriz”. En: Dynamis, 1981, nº 1, p. 167. [4] BERTOMEU SÁNCHEZ, J. R. “«Proteger al bueno, perseguir al malo»: Federico Olóriz (1855-1912) y la dactiloscopia en España”. En: Revista Ayer, 2018, nº 111, pp. 202, 208 y 209. [5] GUTIÉRREZ REDOMERO, E. & HERNÁNDEZ HURTADO, L. “La identificación lofoscópica”. En: OTERO SORIANO, J. M. (Coord.). Policía Científica. 100 Años de Ciencia al Servicio de la Justicia. Madrid: Ministerio del Interior, 2011, pp. 49 y 50. [6] CHIU, W. C. Tesis doctoral “Estudio antropológico de la colección de cráneos Federico Olóriz”. Madrid: Universidad Complutense, 2017, pp. 35 y 36.
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