En 1996, la 49ª Asamblea Mundial de la Salud [órgano decisorio de la OMS, con sede en Ginebra (Suiza)] adoptó la resolución WHA 49.25, en la que declaró que la violencia es un problema de salud pública fundamental y creciente en todo el mundo; como resultado práctico, seis años después, en 2002, la Organización Mundial de la Salud publicó el interesante World report on violence and health [Informe mundial sobre la violencia y la salud] que, en aquel momento, fue considerado –por la propia OMS– como el primer estudio exhaustivo del problema de la violencia a escala mundial porque analizó en qué consiste, a quién afecta y qué cabe hacer al respecto; en esa línea, no solo realizó un pormenorizado estudio de la violencia juvenil, el maltrato y descuido de los menores por los padres u otras personas a cargo, la violencia en pareja o al maltrato de las personas mayores sino que aportó recomendaciones, señaló responsabilidades y asignó prioridades para resolver un problema que se ha convertido en una de las principales causas de muerte, en todo el mundo, para la población que tiene entre 15 y 44 años, aunque tampoco se trata de algo tan irremediable como se suele sobrentender en los debates celebrados al respecto; es decir, el problema de la violencia ha estado presente desde siempre pero no debe aceptarse como una parte inevitable de la condición humana.
Partiendo de esta base, el informe que elaboró ese organismo especializado de las Naciones Unidas, definió la violencia como el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.
En el contenido de esta definición ya podemos deducir los tres tipos de violencia que suele distinguir la OMS desde que comenzó a estudiar su tipología en aquella resolución de 1996: su categorización distingue entre la violencia que una persona se inflige a sí misma [violencia autoinfligida: que incluye el comportamiento suicida, las autolesiones, los llamados parasuicidios (intentos frustrados), el automaltrato y las automutilaciones]; la impuesta por otro individuo o un número pequeño de individuos [violencia interpersonal: subdivisible en violencia familiar o de pareja y violencia comunitaria (entre personas sin parentesco que pueden conocerse o no)]; y, finalmente, la infligida por grupos más grandes, como el Estado, contingentes políticos organizados, tropas irregulares y organizaciones terroristas [violencia colectiva que puede deberse a elementos de índole social, político y económico].
El informe, por último, también tipifica los actos violentos por su naturaleza en: violencia física, sexual, psíquica y privativa (por negligencia o descuido) y concluye reconociendo el carácter imperfecto de esta clasificación que dista mucho de gozar de aceptación universal; a pesar de ello, nos proporciona un marco útil para tratar de comprender la complejidad de los actos violentos.
Carlos, verá que no soy seguidora suya, aunque voy a enlazarme a su blog para seguir sus entradas a partir de ahora, si me lo permite. El motivo que le haga comentario es el siguiente.
ResponderEliminarTengo un blog donde publico "EFEMÉRIDES" de vez en cuando y este mes lo voy a hacer sobre la "FAMOSA LEY DE FUGAS" Usted publicó un artículo no hace mucho. Si me lo permite, me gustaría introdudir una parte del texto en mi entrada para enriquecer la historia; por supuesto mencionando su nombre que fue quien lo publicó, aunque supongo que existen muchas más publicaciones al respecto.
Le agradecería respuesta.
Saludos afectuosos
Fina
Hola Fina; muchas gracias por escribirme. No encontré tu dirección de email en tu blog; así que espero que puedas leer esta respuesta. Por supuesto que puedes utilizar el texto de aquella entrada sobre la polémica Ley de Fugas y de cualquier otra que estimes adecuado. Moltes gràcies!
ResponderEliminarGracias a ti, Carlos
ResponderEliminarFina