La respuesta que daría la mayor parte de la gente sería que esta conducta se relaciona con el acoso a menores a través de internet y eso no es del todo cierto. Ese hostigamiento es tan solo un tipo de ciberbullying al que suele denominarse child grooming; pero los comportamientos de acoso que podemos sufrir con las nuevas tecnologías son mucho más amplios y nos afectan a cualquiera, de modo que una sencilla solución a esa pregunta inicial la podemos encontrar en una organización gubernamental de los EE.UU.: el ciberbullying es el bullying que utiliza medios tecnológicos. Por su parte, la Encyclopaedia Britannica nos ofrece una interesante definición de esta conducta basada en la opinión de Bill Belsey, un profesor canadiense que se ha convertido en uno de los mayores expertos de este campo: El ciberbullying implica el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para dar cobertura a un comportamiento deliberado, repetido y hostil por parte de un individuo o de un grupo con intención de dañar a otros.
En castellano, la principal alternativa a este nuevo préstamo lingüístico del inglés emplea el criterio del calco y ha dado lugar a ciberacoso, aunque también se han formulado otras propuestas, con menos éxito, como bullying electrónico o digital y acoso cibernético, sin olvidar los voces de cibermatonaje o matoneo virtual que se emplean en Iberoamérica.
La primera vez que se acuñó el concepto del ciberbullying –aunque entonces se empleó la expresión agresión on line– fue en el informe Online Victimization: A Report on the Nation’s Youth que elaboraron David Finkelhor, Kimberly Mitchell y Janis Wolak, en junio de 2000, donde se advirtió de los riesgos que internet suponía para la población juvenil y, en particular, para los adolescentes, por la facilidad para acceder a contenidos sexuales no deseados y a propuestas o solicitudes inadecuadas, así como sufrir el comportamiento ofensivo o amenazante de terceros.
El ciberacoso –como ocurría con el bullying– también consiste en mantener una conducta intimidatoria, pero las nuevas tecnologías otorgan a este comportamiento delictivo tres preocupantes características que lo singularizan:
1) Mientras que en el bullying, la víctima puede identificar a su agresor; los medios on line proporcionan a éste un anonimato que incrementa su impunidad al esconderse tras una contraseña (nick) que le permite desinhibirse y, por lo tanto, dar rienda suelta a su agresividad;
2) El ciberbullying puede practicarse 24/7 (es decir, 24 horas al día durante los 7 días de la semana) con un grado de inmediatez y un efecto viral que amplía exponencialmente la audiencia de forma que las víctimas pueden encontrase en cualquier país del mundo; y
3) La relativa facilidad con la que se pueden subir vídeos a páginas como YouTube o MySpace, dejar un comentario en un muro de Facebook o reenviar un mensaje de WhatsApp -porque, hoy en día, se trata de aplicaciones que se encuentran al alcance de cualquier persona- contrasta con la dificultad para borrar ciertos contenidos inadecuados o controlar los efectos colaterales de lo que ya se ha divulgado on line, algo extremadamente difícil que puede convertirse en una buena muestra de la complejidad que conlleva ejercer el derecho a ser olvidado en internet.
1) Mientras que en el bullying, la víctima puede identificar a su agresor; los medios on line proporcionan a éste un anonimato que incrementa su impunidad al esconderse tras una contraseña (nick) que le permite desinhibirse y, por lo tanto, dar rienda suelta a su agresividad;
2) El ciberbullying puede practicarse 24/7 (es decir, 24 horas al día durante los 7 días de la semana) con un grado de inmediatez y un efecto viral que amplía exponencialmente la audiencia de forma que las víctimas pueden encontrase en cualquier país del mundo; y
3) La relativa facilidad con la que se pueden subir vídeos a páginas como YouTube o MySpace, dejar un comentario en un muro de Facebook o reenviar un mensaje de WhatsApp -porque, hoy en día, se trata de aplicaciones que se encuentran al alcance de cualquier persona- contrasta con la dificultad para borrar ciertos contenidos inadecuados o controlar los efectos colaterales de lo que ya se ha divulgado on line, algo extremadamente difícil que puede convertirse en una buena muestra de la complejidad que conlleva ejercer el derecho a ser olvidado en internet.
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