Durante el siglo V, cuando se inició la caída del Imperio Romano, sus legiones abandonaron Britania y la isla acabó siendo conquistada por los vecinos pueblos jutos [procedentes de Jutlandia (el actual territorio continental de Dinamarca)], anglos [tribu germánica que habitó el norte de Alemania] y sajones [como los anteriores, pero procedentes de Sajonia] que se establecieron en lo que hoy denominamos Inglaterra formando multitud de pequeños reinos independientes que, finalmente, quedaron reducidos a siete: Essex, Estanglia, Kent, Northumbria, Mercia, Sussex y Wessex; la llamada Heptarquía [Heptarchy] que perduró hasta el siglo IX.
El origen del reino de Kent, situado en la costa sureste, se pierde entonces en el nebuloso límite donde la historia da rienda suelta a las leyendas de mercenarios contratados por las tribus locales de los britones para ayudarles en sus disputas pero que se terminaron quedando y asentando en torno a la ciudad de Canterbury.
Desde una fecha indeterminada de finales del siglo VI [¿560?] hasta el 24 de febrero de 616, aquel país fue gobernado por Ethelberto [Aethelberht o Aethelbyrth] el Santo que se convirtió al cristianismo y evangelizó a los anglosajones con ayuda de su esposa, la princesa Bertha de París [una de las cláusulas que firmaron los contrayentes fue que su mujer pudiera continuar practicando esta fe aunque se casase con un pagano] y de san Agustín de Canterbury [por ese motivo, la capital de Kent se convirtió en el arzobispado cristiano más antiguo e importante de la Iglesia británica y, tras el cisma anglicano, es la sede primada de esta religión].
Hacia el año 600, Ethelberto de Kent recopiló un cuerpo de leyes para gobernar a su pueblo. Eran noventa breves preceptos que sancionaban la comisión de determinadas conductas delictivas con multas. Su mayor singularidad radica en el hecho de que este texto legislativo fue el primer código que se escribió en una lengua germánica y el primero de toda Gran Bretaña; un siglo más tarde, el rey Ina de Wessex ordenó compilar otro código con un marcado carácter punitivo.
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