El 5 de junio de 1947, George Marshall, Secretario de Estado de EE.UU. pronunció un discurso en Harvard en el que afirmó que: «Es lógico que los Estados Unidos hagan todo lo posible para ayudar al mundo a volver a encontrar la salud económica normal sin la cual no puede haber ni estabilidad política, ni paz segura». Como consecuencia, el 3 de abril del año siguiente, el presidente Harry Truman ratificó los 12.000.000.000 de dólares del «Programa de Reconstrucción Europeo» –European Recovery Program (ERP) o, coloquialmente, «Plan Marshall»– sin cuya ayuda es muy probable que no hubieran surgido la CECA, la CEE y la EURATOM (las «Comunidades Europeas»; germen de la Unión Europea). Unos días más tarde, el 16 de abril, entró en vigor la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) para ejecutar el presupuesto de aquel plan de reconstrucción, convirtiéndose en la primera organización paneuropea que surgió tras la II Guerra Mundial y origen de la actual Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
A comienzos de los años 50, uno de los carteles con los que se promocionó el «Plan Marshall» en el Viejo Continente mostraba las aspas de un típico molino de viento americano con las banderas de los territorios europeos que iban a recibir dicha ayuda y la enseña estadounidense en la veleta bajo el lema: «No importa el tiempo que haga, debemos movernos juntos» [Whatever the weather we only reach welfare together] diseñado por el ilustrador holandés Ies Spreekmeester. En el póster destacan, por un lado la ausencia de España –como irónicamente retrató la película Bienvenido Mr. Marshall [Luis García Berlanga, 1952]; recordemos que en el primer periodo de sesiones de Naciones Unidas, la Asamblea General condenó al régimen de Franco al ostracismo internacional– y, por otro, la presencia de una extraña bandera azul con la punta de la alabarda de San Sergio junto a la enseña tricolor italiana.
Representa al Territorio Libre de Trieste que tiene fondo rojo pero este color se sustituyó en el cartel por el azul de las Naciones Unidas para vincular su creación con la breve Resolución 16 (1947), de 10 de enero, del Consejo de Seguridad: Habiendo recibido y estudiado los anexos del proyecto del tratado de paz con Italia, relativos a la creación y el gobierno del Territorio Libre de Trieste (incluso las disposiciones para un Puerto Franco); por la presente hace constar su aprobación de los tres documentos siguientes: 1) Instrumento relativo al régimen provisional del Territorio Libre de Trieste; 2) Estatuto permanente del Territorio Libre de Trieste; 3) Instrumento relativo al Puerto Franco de Trieste; y su aceptación de las responsabilidades que le incumben en virtud de ellos.
El mencionado Tratado de Paz que estableció el Territorio Libero di Trieste (TLT) se firmó en París el 10 de febrero de 1947 [Trattato di Parigi fra l'Italia e le potenze alleate]. Entre las concesiones territoriales que las autoridades de Roma tuvieron que reconocer se encontraba garantizar la independencia e integridad del territorio triestino que se dividió en dos zonas: (…) la ciudad y los territorios al norte asignados al gobierno militar aliado y denominados «zona A»; al sur de la demarcación municipal la «zona B», administrada por Yugoslavia. La humillante imposición había sido sancionada por el llamado Tratado de Paz del 47 (…) [1]. Durante la segunda mitad del siglo XX, su propia existencia planteó un intenso debate entre los internacionalistas a la hora de reconocer si el TLT llegó a ser realmente un estado soberano o no.
Los profesores Oriol Casanovas y Ángel J. Rodrigo lo enmarcan entre los territorios internacionalizados del siglo XX; nombre con el que se designan ciertos espacios dotados de un estatuto internacional que les atribuye una organización política y administrativa propia sin que constituyan Estados; como por ejemplo, la Ciudad Libre de Dantzig (Polonia) o el Sarre (Alemania). Después de la Segunda Guerra Mundial el Tratado de Paz con Italia de 1947 dispuso un régimen espacial [sic] para el Territorio Libre de Trieste que, por dificultades políticas, no llegó a funcionar y que acabó mediante un acuerdo de 1954 con un reparto entre Italia y Yugoslavia [2]. Las dos zonas que comprendían aquel territorio –verdadero crisol de las culturas latina, eslava y germánica– se repartieron en el Memorando de Entendimiento de Londres, firmado el 5 de octubre de 1954 por los gobiernos de Italia, Yugoslavia, Estados Unidos y Gran Bretaña. En ese momento sólo se negoció, de facto, que provisionalmente Roma pasaba a administrar la zona A mientras que Belgrado gestionaría la B; asimismo, se delimitaron algunos cambios en las fronteras pero la cuestión de la soberanía, de iure, no se resolvió hasta pasadas dos décadas con el Tratado de Osimo (por el nombre de un municipio italiano de la región de Las Marcas situado en la costa opuesta del Mar Adriático). Lo firmaron Italia y Yugoslavia el 10 de noviembre de 1975 en el marco más genérico de un acuerdo para la promoción y la cooperación económica entre ambas naciones.
Con la desintegración de esta Federación, se reconocieron los actuales límites con Eslovenia y Croacia; hoy en día, los tres países son miembros de la Unión Europea y Trieste es la capital de la provincia italiana homónima y de la región Friul-Venecia Julia.
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