A finales del siglo XVIII –mientras Europa asumía las consecuencias de la Revolución Francesa– los cantones suizos formaban un heterogéneo grupo de territorios; algunos, como Basilea, llegaron a proclamar la igualdad de sus ciudadanos, el 20 de enero de 1798, y un mes más tarde, el Obispo de San Galo incluso renunció a sus prerrogativas entregando la soberanía al pueblo; otros cantones, en cambio, continuaron rigiéndose por familias aristocráticas que fundamentaban su autoridad en antiguas normas feudales. En ese contexto, las autoridades francesas aprobaron el denominado Folleto Suizo (Helvetisches Büchlein) en París, el 9 de febrero de 1798; texto que fue rechazado por Berna o Friburgo, dando lugar a la idea de que Francia se planteaba dividir Suiza en tres países. Como respuesta a aquella intromisión extranjera en sus propios intereses, el 12 de abril de 1798, trece cantones adoptaron la Constitución de la República Helvética, en Argovia. Su primera ley fundamental proclamó que La République helvétique est une et indivisible (Art. 1) y que su forma de gobierno será siempre una democracia representativa (art. 2); pero su vigencia se vio afectada tanto por la inestabilidad interna, con el estallido de disturbios tras varios golpes de estado, como por los cambios en la escena política europea cuando Napoleón Bonaparte irrumpió en la historia del Viejo Continente.
Para solucionarlo, el 19 de febrero de 1803, el Primer Cónsul de la República Francesa (Napoléon) adoptó el Acta de Mediación [Acte de Mediation] que reorganizó los antiguos territorios helvéticos en diecinueve cantones (Appenzell, Argovia, Basilea, Berna, Friburgo, Glaris, Grisones, Lucerna, San Galo, Schaffhausen, Schwyz, Soleura, Ticino, Turgovia, Unterwalden, Uri, Vaud, Zug y Zúrich) bajo una única Confederación con un Parlamento en común (la Diète) que debía reunirse, alternativamente, y de un año para otro, en Friburgo, Berna, Soleura, Basilea, Zúrich y Lucerna (Art. 13). Para los historiadores, ese fue el instante en que nació la actual Suiza aunque, por aquel entonces, no se tratara de una nación plenamente independiente sino bajo la notoria influencia del régimen de París. Como recuerda el baron de Montbreton: (…) El 10 de marzo se disolvió en Berna el gobierno central. El Acta de Mediacion nombraba al general Luis de Affry [Louis d'Affry] landamann de Suiza [salvando las distancias, Jefe de Estado, bajo la ocupación francesa (1803-1813)] para el año de 1803. La primera Dieta juntóse en Friburgo el 4 de julio (…) el primer cónsul quería que la Suiza fuese feliz, y no hubo país más tranquilo que aquel, durante todo el tiempo de la mediación de Bonaparte [NORVINS, J. M. Historia de Napoleón, Tomo II, 1867, pp. 30 y 31].
Con este instrumento jurídico, Bonaparte –guiado por el antiguo afecto de la nación francesa por este encomiable pueblo– medió con el fin de evitar que Helvetia, presa de las disensiones, se acabara disolviendo. Para lograrlo, reunió en la capital francesa a cincuenta y seis diputados del Senado suizo y a representantes de sus ciudades y cantones para conocer los intereses y la voluntad de los suizos y, como consecuencia, determinar si el país podía dotarse de una estructura federal que restituyera los derechos de los ciudadanos y consagrara las instituciones cantonales, derogando el antiguo estado político de Suiza y cualquier disposición anterior que le fuera contraria (Art. 40). Con la derrota napoleónica, este Acta fue abolido por la Dieta de Zúrich, el 29 de diciembre de 1813.
Dos años más tarde, se aprobó el Pacto Federal de 7 de agosto de 1815 y, después de la Guerra Civil del Sonderbund, la nueva Constitución del 12 de septiembre de 1848 que estableció ya las instituciones de un auténtico estado federal.
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