Cuando Irene estaba a punto de llegar a Nueva York me pregunté quién ha establecido la regla para poner nombres a las tormentas tropicales; una costumbre que, de todas formas, tampoco es nada nuevo; al fin y al cabo, la mitología griega ya denominaba Eolo al dios del viento y las culturas precolombinas de Centroamérica –curiosamente– daban el mismo nombre a ese dios que al juez de la humanidad que defendía la justicia: Hurakán, de donde procede etimológicamente este término.
Hasta mediados del siglo XX, el sistema para denominar a las tormentas no obedecía a ninguna regla sino que era completamente arbitrario; pero en 1953, el National Hurricane Center de los Estados Unidos estableció seis listados alfabéticos distintos (I, II, III, IV, V y VI) con nombres femeninos procedentes de las distintas culturas bañadas por el Océano Atlántico Norte, para denominar a las tormentas; identificándolas de forma inequívoca para transmitir mejor la información a los medios de comunicación y a la sociedad civil. Como hubo protestas, desde 1979, también se incluyen nombres masculinos, alternándose con los femeninos.
Cada lista se utiliza durante un año –por ejemplo, para 2011, estamos empleando el listado III y los sucesivos huracanes que se vayan formando recibirán los nombres de Arlene, Bret, Cindy, Don, Emily, Franklin, Gert, Harvey, Irene, José, Katia, Lee, María, Nate, Ofelia, Philippe, Rina, Sean, Tammy, Vince y Whitney– y si el ejercicio anual tuviera más fenómenos tormentosos que los veintiún nombres previstos, se recurriría al alfabeto griego (alfa, beta, gamma, etc.). Cuando finalice la anualidad VI, el 31 de diciembre de 2014, se retomará la lista I para el curso 2015 y así, sucesivamente.
Hoy en día, la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés) es el organismo que actualiza esos seis listados de los que sólo se van excluyendo los huracanes que hayan sido especialmente devastadores, como el famoso Mitch, que afectó a Honduras y gran parte de Centroamérica en 1998, o el Katrina, que destruyó Nueva Orleáns, en Luisiana (EE.UU.) en 2005; sustituidos, respectivamente por Matthew (lista II) y Katia (lista III).
Hasta mediados del siglo XX, el sistema para denominar a las tormentas no obedecía a ninguna regla sino que era completamente arbitrario; pero en 1953, el National Hurricane Center de los Estados Unidos estableció seis listados alfabéticos distintos (I, II, III, IV, V y VI) con nombres femeninos procedentes de las distintas culturas bañadas por el Océano Atlántico Norte, para denominar a las tormentas; identificándolas de forma inequívoca para transmitir mejor la información a los medios de comunicación y a la sociedad civil. Como hubo protestas, desde 1979, también se incluyen nombres masculinos, alternándose con los femeninos.
Cada lista se utiliza durante un año –por ejemplo, para 2011, estamos empleando el listado III y los sucesivos huracanes que se vayan formando recibirán los nombres de Arlene, Bret, Cindy, Don, Emily, Franklin, Gert, Harvey, Irene, José, Katia, Lee, María, Nate, Ofelia, Philippe, Rina, Sean, Tammy, Vince y Whitney– y si el ejercicio anual tuviera más fenómenos tormentosos que los veintiún nombres previstos, se recurriría al alfabeto griego (alfa, beta, gamma, etc.). Cuando finalice la anualidad VI, el 31 de diciembre de 2014, se retomará la lista I para el curso 2015 y así, sucesivamente.
Hoy en día, la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés) es el organismo que actualiza esos seis listados de los que sólo se van excluyendo los huracanes que hayan sido especialmente devastadores, como el famoso Mitch, que afectó a Honduras y gran parte de Centroamérica en 1998, o el Katrina, que destruyó Nueva Orleáns, en Luisiana (EE.UU.) en 2005; sustituidos, respectivamente por Matthew (lista II) y Katia (lista III).
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