Al hablar de las dotes de observación y deducción necesarias para que un agente aprenda a extraer todos los datos posibles de la escena del crimen y del cadáver, la criminóloga vasca Janire Rámila describió de forma muy gráfica en qué consiste el famoso principio de Locard: (…) cuando una persona entra en contacto con un medio, algo de él queda en el lugar y algo del lugar queda en su persona. Lo mismo que caminar por la playa, cuando, con toda seguridad, se nos quedarán granos de arena en los pies y, a su vez, nosotros dejaremos huellas en esa misma arena (RÁMILA, J. La ciencia contra el crimen. Madrid: Nowtilus, 2010, pp. 33-34). Aunque, habitualmente, el denominado principio de intercambio que formuló el criminalista francés Edmond Locard (Saint-Chamond, 1877 – Lyón, 1966) se suele resumir, de forma abreviada, en el aforismo todo contacto deja su rastro; en realidad, su creador lo expuso de un modo más amplio en su libro Manuel de Technique policière (de 1923): Il est impossible au malfaiteur d'agir avec l'intensité que suppose l'action criminelle sans laisser des traces de son passage (traducible como: es imposible que un malhechor actúe con la intensidad que entraña la acción criminal, sin dejar rastros de su presencia).
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