A mediados de los años 90, el psicólogo y redactor científico del diario New York Times, Daniel Goleman, popularizó el concepto de inteligencia emocional entendiéndola como un conjunto de habilidades –entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo– con las que se establece un vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales para lograr que se dote de inteligencia a la emoción [GOLEMAN, D. Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós, 55ª ed., 2004, pp. 13-14]. Hoy en día, en pleno siglo XXI, el concepto que empieza a estar de actualidad es la inteligencia colectiva [collective inteligence] y su aplicación al ámbito jurídico; una propuesta que el Relator del Comité de Derechos Humanos de la ONU, Philip Alston, ha definido [informe A/65/321, de 23 de agosto de 2010] como una invitación abierta a una población para que aporte información e ideas. En concreto, la expresión suele utilizarse para referirse a la inteligencia colectiva a través de las tecnologías de la web 2.0.
Al relatar su investigación, Alston consideró que los nuevos medios de comunicación social, las redes sociales, los sitios o plataformas con contenido generado por los usuarios y otras tecnologías de la información y las comunicaciones permiten que cualquier persona con acceso a la tecnología necesaria comparta y difunda información sobre matanzas u otras violaciones de los derechos humanos en tiempo real, utilizando por ejemplo Facebook, Twitter o tecnologías relacionadas con la inteligencia colectiva como Ushahidi; término suahili [lengua bantú de África Oriental] que significa testimonio o testigo, con el que suele denominarse a esta práctica.
Inicialmente, la plataforma Ushahidi se desarrolló en Kenia hace apenas un lustro, durante la época de violencia que tuvo lugar [en] el país después de las elecciones de 2007-2008; permitiendo, como señala el informe de la ONU, que los usuarios presenten denuncias de violaciones de los derechos humanos mediante mensajes de texto (SMS), aplicaciones de teléfonos inteligentes, Twitter, correo electrónico o la web. La información, como la correspondiente al momento, la ubicación y el tipo de violación de los derechos humanos, así como las fotografías y las imágenes de vídeo, puede etiquetarse geográficamente y representarse gráficamente en un mapa o cronograma. La plataforma se ha utilizado desde entonces en diferentes situaciones, incluidas las de la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Gaza, la India, Sudán, Afganistán, Burundi y después del terremoto de Haití en enero de 2010.
Desde el punto de vista de su aplicación práctica en el ámbito de los Derechos Humanos, estas nuevas tecnologías aún tienen que superar algunos obstáculos para ser plenamente eficaces; por ejemplo, la información obtenida mediante la inteligencia colectiva puede contener datos erróneos, duplicados, falsificados o malinterpretados que pueden restar credibilidad, precisión y confianza a los informes que se redacten a partir de ellos; asimismo, estas plataformas todavía suscitan dudas en cuanto al respeto a la privacidad, la seguridad y la protección de datos de los voluntarios que las utilicen para denunciar violaciones de los Derechos Humanos, porque algunos gobiernos podrían sentirse tentados a utilizar esa información para llevar a cabo actos de represalia contra ellos, de modo que el anonimato se configura como un elemento esencial; y, por último, debe tenerse en cuenta que el acceso a estas tecnologías se encuentra muy limitado en gran parte del planeta, en países donde no se cuenta ni con los medios técnicos, humanos o financieros para implantarlo con total garantía.
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