El Islam se basa en cinco pilares (IBADAT) que constituyen las obligaciones de culto individuales de cada musulmán: La CHAHADA (profesión de fe con la que los fieles rezan que Sólo hay un Dios y Mahoma es su enviado); la oración (SALAT o azalá) para mostrar su devoción a Alá, rezando cinco veces al día; el ZAKAT o azaque (impuesto que se paga anual y obligatoriamente); el ayuno (o SAUM) que realizan los musulmanes adultos y sanos, durante el mes de Ramadán, absteniéndose de ingerir alimentos, tomar bebidas, fumar o mantener relaciones sexuales entre el orto y el ocaso del sol; y, finalmente, el HACH o peregrinación a los lugares sagrados de La Meca; que deben realizar, al menos una vez en la vida, quienes tengan medios económicos y fortaleza física para afrontar este viaje.
El tercer pilar es el llamado impuesto religioso –zakat (purificar, en árabe)– al que también se suele denominar obligación para con los pobres o azaque. Todos los musulmanes tienen el deber de purificar sus rentas entregando a los pobres y necesitados una parte proporcional de ellas. En su origen, se trataba de una limosna legal pero acabó convirtiéndose en un sistema impositivo muy elaborado. La proporción que se liquidará anualmente deberá corresponder, al menos, a una cuadragésima parte –el 2,5%– de sus ingresos anuales y nadie está exento de pagarlo; hasta el punto de que antes de aceptar una herencia, los herederos deben descontar el correspondiente importe del zakat del difunto.
Para liquidar este impuesto tienen que darse dos condiciones básicas: Por un lado, se establece un importe mínimo exento (NISAB) de unos 1.000 euros anuales; a partir de esa cantidad se tiene la obligación de pagarlo y, por otro, tiene que haber transcurrido un año natural desde la liquidación anterior (HAWL).
Esta contribución social per cápita -como suele definirse- se liquida una vez al año después del Ramadán, a instituciones estatales, en países islámicos como Irán; o a entidades sin ánimo de lucro y fundaciones privadas como la Zakat Foundation of America en aquellos Estados donde el islamismo no constituye la religión oficial.
El zakat se abona en función de los rendimientos obtenidos de tres categorías diferentes: el capital (oro, plata o mercancías y bienes que se puedan valorar de acuerdo con aquellos metales); las cosechas (2,5 kilos de alimentos que se puedan almacenar, por cada miembro de la familia, o su equivalente en efectivo) y el ganado (en este caso, por ejemplo, el dueño de un rebaño de más de 40 ovejas entregará 1; a partir de 121 cabezas, 2 y, así, otra más por cada 100 animales de los que sea propietario).
En caso de no pagarlo, el propio Corán establece que la riqueza del defraudador se convertirá en una serpiente de enormes proporciones y de veneno poderoso (...) que se enroscará en la garganta de los avaros. Con su recaudación, el Islam persigue fomentar la solidaridad, incentivar la inversión, garantizar la rápida circulación de la moneda y agilizar, en suma, la economía.
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