A comienzos del siglo XVII, el poeta inglés John Donne afirmó que Ningún hombre es una isla sino una parte del continente [Meditación XVII]; este metafísico verso contiene un buen razonamiento que se puede extrapolar a nuestro entorno para afirmar que la ciencia jurídica no es un compartimento estanco ni se mantiene aislada de otras disciplinas científicas; al contrario, el Derecho se enriquece con las aportaciones de otras ramas del saber de la misma manera que la Psicología o la Antropología, por citar otras dos islas, también desarrollan sus propias contribuciones a partir de una innegable raíz legal; todo ello, dentro de un ámbito mayor –el continente que citaba Donne– y que podríamos identificar con el conocimiento. En ese área de intercambios conceptuales entre diversas disciplinas, en anteriores in albis ya hemos tenido ocasión de tratar la psicopatología jurídica de la querulancia o conceptos etnojurídicos como el wendigo y los homicidios por proximidad; es ahí donde también debemos situar el neologismo del gerontocidio como un nuevo término que ha sido acuñado por los antropólogos a imagen y semejanza del infanticidio [Muerte dada violentamente a un niño de corta edad, según la definición de la RAE] pero que aún no ha sido extrapolado al ámbito del Derecho Penal ni tipificado en ningún Código.
Parafraseando el Diccionario de la Academia Española de la Lengua y tomando como referencia el concepto de anciano así como la existencia de las voces gerontología [Ciencia que trata de la vejez y los fenómenos que la caracterizan] y gerontocracia [Gobierno o dominio ejercido por los ancianos], podríamos definir el gerontocidio o senilicidio como la Muerte dada violentamente a una persona de mucha edad. El conocido celador de una residencia geriátrica de Olot (Gerona), Joan Vila, es un buen ejemplo de geronticida porque este asesino en serie actuó como un ángel de la muerte que acabó con la vida de 11 ancianos; crímenes por los que fue condenado a 127 años de reclusión en 2013.
En su libro Procesos interculturales, el antropólogo Miguel Alberto Bartolomé, cita esta nueva voz al señalar que el infanticidio y el gerontocidio, practicado por algunos grupos de cazadores y recolectores nómadas en América Latina, están desapareciendo con la sedentarización que posibilita criar a más de un hijo a la vez, o mantener a un anciano que casi no puede valerse por sí mismo [México: Siglo XXI, 2006, pp. 111 y 112]. Anteriormente, Marvin Harris ya había tratado ese mismo tema: Entre los esquimales, los ancianos demasiado débiles para contribuir a su propia subsistencia pueden “suicidarse” retrasándose cuando el grupo avanza, aunque los hijos contribuyen activamente al fallecimiento de los padres mediante la aceptación de la expectativa cultural de que los ancianos no deben convertirse en una carga cuando escasean los alimentos. En Australia, entre los murngins de la Tierra de Arnhem, se ayuda a los viejos a ir al encuentro de su destino tratándolos como si estuvieran muertos cuando enferman, el grupo empieza a representar los últimos ritos y el anciano responde empeorando [HARRIS, M. Caníbales y reyes. Madrid: Alianza, 1987, p. 32 (aunque el traductor de esta edición ha empleado una apropiación directa del inglés geronticide y habla de geronticidio)].
A partir de estos estudios antropológicos, podríamos diferenciar dos situaciones: por un lado, cuando las tribus abandonaban a los ancianos para que muriesen y dejasen de ser una carga improductiva para el resto del grupo, nos encontraríamos ante un gerontocidio pasivo; y por otro lado, si eran víctimas de una ceremonia ritual para que las nuevas generaciones accedieran al liderazgo del clan, sería gerontocidio activo.
En el ordenamiento jurídico español, desde 1989, el único precepto del Código Penal que establece un tipo específico relacionado con la vejez es el maltrato de los ancianos previsto en el Art. 619 CP como una conducta omisiva. Si alguien matase a una persona mayor, ese crimen se tipificaría como homicidio o asesinato en función de las circunstancias de cada caso.
Pinacografía: Rembrandt | Retrato de una anciana (1655) y Retrato de un anciano (1645).
Pinacografía: Rembrandt | Retrato de una anciana (1655) y Retrato de un anciano (1645).
En tiempos de Alarma Sanitaria la gerontofobia se convierte automáticamente, de la noche a la mañana, en gerontocidio, que es lo que se está llevando a cabo en casi todas las residencias para mayores de España, y como todo Crimen de Lesa Humanidad no prescribe y deberá ser castigado si es que todavía existen leyes humanitarias.
ResponderEliminarEs justo lo que está ocurriendo. Parece increíble que no se perciba por todos de la misma forma. Estamos viviendo un genocidio imperdonable.
ResponderEliminarSi Arnaldo Rascovsky viviera, plantearía con la misma fuerza que planteó en el pasado su Teoría del Filicidio; el Gerontocidio, como una consecuencia directa de la Gerontofobia actual.
ResponderEliminarLos adultos no se convierten en niños, pero todos los jóvenes sin conciencia ni empatía por los adultos mayores, con el paso del tiempo, serán esos gerontes que desconsideran y descuidan.
Y como siempre, el arrepentimiento llegará tarde, no?