En los primeros años de la Restauración [sistema político que se implantó en España, entre 1875 y 1902, cuando se restauró –de ahí su nombre– la monarquía constitucional de la mano de Alfonso XII, tras la efímera I República que –en opinión de los historiadores Miguel Martorell y Santos Juliá– se convirtió en un régimen perdido en un extraño limbo: una República asentada sobre una Constitución monárquica suspendida; gobernada por partidos monárquicos sin el apoyo de los republicanos que en su mayoría estaban en la clandestinidad]; en ese momento de la España decimonónica, abundaban los distritos conocidos coloquialmente como mostrencos, en los que el gobierno podía encasillar sin problemas a cualquier diputado cunero, es decir, que no hubiera nacido ni residiera en el distrito, ni tuviera ningún otro vínculo con él [1].
En este párrafo encontramos el significado de dos de esas tres palabras sueltas que, según el Diccionario de la RAE, se pueden definir así: mostrenco: de una persona: que no tiene casa ni hogar, ni señor o amo conocido [en este caso, por analogía, el “mostrenco” sin dueño se refería a la circunscripción electoral]. Al parecer, el término se originó en tiempos de la Mesta, cuando una animal no era de nadie, pasaba a depender de este gremio medieval de ganaderos. Hoy en día apenas se utiliza con esa acepción. En cambio sí que se mantiene cunero: Dicho de un candidato o diputado a Cortes: Extraño al distrito y patrocinado por el Gobierno. Por ejemplo, el conocido novelista Azorín [Monóvar (Alicante), 1873 - Madrid, 1967] fue un célebre diputado conservador en las Cortes que consolidó su plaza como cunero en cinco ocasiones, al ser elegido en 1907 por el distrito almeriense de Purchena, en 1914 por el de Puenteáreas (Pontevedra) y en 1916, 1918 y 1919 por el también almeriense de Sorbas [2].
Por último, la tercera voz, también relacionada con los procesos electorales, es pucherazo: Fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos. Dar pucherazo: Computar votos no emitidos en una elección (RAE). Durante la época de la Restauración, este fraude consistía en guardar las papeletas de un determinado candidato en un puchero por si el recuento de las urnas no daba el resultado electoral esperado y era necesario manipularlo con el contenido de aquella vasija. A veces incluso se recurría al voto de personas que ya habían fallecido y, en ese caso, su participación era conocía con el sobrenombre de los “lázaros”, en recuerdo del personaje homónimo que resucitó en los Evangelios.
Citas: [1] MARTORELL, M. y JULIÁ, S. Manual de historia política y social de España (1808-2011). Barcelona: RBA, 2012, pp. 134 y 153, respectivamente. [2] FERRÁNDIZ LOZANO, J. Azorín, testigo parlamentario. Periodismo y política de 1904 a 1923. Tesis doctoral, UNED, 2008, p. 1. Cuadro: Ignacio Zuloaga | Azorín (1941).
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