Desde finales del XVIII, en todos los parlamentos –y, en la política, en general– se dice que la ideología de un partido puede ser de izquierdas o de derechas. Esa distinción tuvo su origen en las primeras asambleas francesas por el lugar donde se sentaron los revolucionarios:
• El sector de los girondinos –por el departamento de Gironda, al suroeste del país, de donde procedían muchos de ellos– ocupó los asientos del lateral derecho de la cámara. Representaban a la burguesía provincial y a las opiniones más moderadas que defendían restaurar el orden monárquico mediante acuerdos que limitaran el poder real. Frente al radicalismo del otro sector, los girondinos eran más conservadores. Sus opiniones triunfaron en las primeras votaciones, pero acabaron siendo víctimas de la guillotina durante el “reinado del terror” que instauraron sus oponentes.
• En cambio, los jacobinos –perfectamente organizados en un club que se reunía en el antiguo convento de esa orden– se sentaron enfrente, en el lado izquierdo. Dirigidos por políticos tan carismáticos como Robespierre, Danton o Marat, se convirtieron en una amalgama que incluía a los sectores más extremistas que preferían abolir la monarquía y proclamar la república, defendiendo la libertad del pueblo de forma tan hostil como exaltada. Entre sus filas militaron los revolucionarios más radicales y los temidos sans-cullote.
Desde entonces, aquellas expresiones forman parte de nuestra cultura.
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