Aún así, el historiador ruso quiso puntualizar que: Sin embargo, en el verdadero sentido en que nosotros la entendemos, la diplomacia surge solamente con el desarrollo del Estado [2]; es decir, en el Renacimiento italiano y, en concreto, con el tratado El Príncipe (1513) del florentino Niccolò di Bernardo dei Machiavelli [Nicolás Maquiavelo (1469-1527)]. La misma conclusión a la que también llegaron otros autores como el embajador Ginés Vidal y Saura al señalar que la historia de la Diplomacia es la historia de las relaciones entre los principales países durante toda la Edad Moderna [4] que comenzó en tiempos de Maquiavelo; pero, según Yturriaga: Vidal tiene razón, aunque sólo en parte, pues, si bien es cierto que la Diplomacia moderna nació cuando las embajadas pasaron de ser itinerantes y ocasionales a residentes y permanentes a comienzos de la Edad Moderna, determinadas formas de Diplomacia existían ya, con otros caracteres, desde milenios atrás [1].
Con esas opiniones, el diplomático Miguel Ángel Ochoa Brun llegó a la siguiente conclusión: La Diplomacia puede tenerse por surgida tan pronto como los grupos humanos ejercieron un propósito de arreglo pacífico de sus controversias mediante la negociación encomendada a determinadas personas, su existencia es históricamente comprobable desde que se conocen los Estados en la Antigüedad, la Diplomacia moderna nació en el Renacimiento europeo con el establecimiento de las primeras misiones permanentes, y la profesional -como función atribuida a una carrera propia del Estado- a finales del siglo XVIII [5]. Con lo cual se podrían distinguir tres grandes etapas: la diplomacia antigua, la moderna (otros autores, como ahora veremos, prefieren denominarla clásica en contraposición a la actual) y la profesional.
Desarrollando esa clasificación -aunque no comparte los periodos de tiempo exactos de cada una de las tres edades- Yturriaga afirma que: (…) la Diplomacia ha ido evolucionando desde sus orígenes hasta nuestros días en sus funciones, en su organización y estructuras, y en sus protagonistas.
- En la época antigua -hasta el siglo XV- trató de solucionar problemas concretos entre grupos humanos por medio de emisarios y Embajadas especiales y sus funciones primordiales fueron la representación y la negociación. Al tratarse de misiones ocasionales y temporales, su estructura era mínima y sus ejecutores eran miembros del clero, la nobleza o la milicia, no especializados en la materia, que tenían que formar sus propios equipos.
- En la época clásica -del siglo XV a comienzos del XVIII- se introdujo la función de la protección de los intereses de los Estados y de sus ciudadanos y se abusó de la función de información, sustituida por el espionaje y la intromisión en los asuntos internos de otros Estados. Aunque subsistieron las misiones temporales, se crearon las permanentes, cuya estructura se fue desarrollando y ampliando, y el personal empezó a especializarse, aunque siguieran las jefaturas en manos de las élites de los Estados.
- [Y en la etapa profesional] Durante la época comprendida entre el Congreso de Viena de 1815 y la I Guerra Mundial se reguló la función de información y se consolidó la de protección. Se establecieron normas sobre la organización y funcionamiento de las misiones y sobre el estatuto de sus miembros, que se profesionalizaron al convertirse en funcionarios del Estado mandante. En la época contemporánea -a partir de la Gran Guerra de 1914- se introdujo la función de la cooperación, que es llevada a cabo por las Misiones permanentes y temporales, y se incrementó la Diplomacia multilateral con la aparición de numerosas Organizaciones Internacionales. El personal se amplió, profesionalizó y tecnificó con la incorporación de expertos no diplomáticos de carrera, y se desarrolló -junto a la bilateral clásica- la Diplomacia multilateral, con el protagonismo no sólo del Estado, sino también de las Organizaciones Internacionales, las Organizaciones no Gubernamentales y las Corporaciones transnacionales [1].
Otra posibilidad consiste, sencillamente, en seguir la clasificación de la Historia que suele emplearse en Occidente; por ejemplo, al explicar el origen y evolución de la diplomacia, el profesor Eduardo Vilariño Pintos diferencia entre la Antigüedad [(…) que ofrece ya una gran riqueza de ejemplos], la Edad Media [(…) un continuo proceso de enriquecimiento y perfeccionamiento de la diplomacia que desembocará, junto a otros factores determinantes, en la diplomacia permanente], la Edad Moderna [(…) la diplomacia permanente (…) se presenta como la más idónea para atender adecuadamente a las necesidades que impone una nueva configuración de la sociedad internacional] y la Edad Contemporánea [(…) emergiendo un derecho diplomático que (…) alcanza su cristalización en el Congreso de Viena de 1815, en el que se aprobará el Reglamento sobre los agentes diplomáticos, y que servirá de base y punto de referencia para el desarrollo posterior de la diplomacia y del derecho diplomático, hasta la codificación de 1961] [6].
Por último, terminamos con la clasificación más sencilla de las etapas históricas en que podemos dividir la diplomacia. El 21 de febrero de 1956, la Secretaría de la Comisión de Derecho Internacional presentó su Memoria sobre las relaciones e inmunidades diplomáticas [7]. Al llevar a cabo un examen global de las tentativas para resolver uniformemente el problema de las inmunidades y los privilegios diplomáticos, hizo suya la opinión que manifestó el profesor francés Paul Fauchille (1858-1926) -al que ya citamos como pionero del derecho aéreo- en su libro Traité de droit international [Rousseau & Cie: París, 1922]: La historia de la diplomacia se divide en dos períodos claramente distintos. El primero comprende la época de las embajadas accidentales y no permanentes; abarca la Antigüedad y toda la Edad Media, deteniéndose en el siglo XV. El segundo período es de las legaciones permanentes; nacidas en Italia y principalmente en Venecia, y que aparecen en el siglo XV (…).
Citas: [1] DE YTURRIAGA BARBARÁN, J. A. Los órganos del Estado para las relaciones exteriores. Compendio de Derecho Diplomático y Consular. Madrid: Imprenta de la Oficina de Información Diplomática, 2015, pp. 27 y 30-31. [2] POTEMKIN, V. P. Historia de la diplomacia. Ciudad de México: Grijalbo, 1966, p. 5. [3] LABASTIDA, J. “Prólogo”. En: MORGAN, L. H. & BANDELIER, A. F. México antiguo. Ciudad de México: Siglo XXI, 2004, 2ª ed., p. XXXV. [4] VIDAL Y SAURA, G. Tratado de Derecho Diplomático. Madrid: Reus, 1926, p. 20. [5] OCHOA BRUN, M. Á. Historia de la Diplomacia Española (Tomo I). Madrid: Biblioteca Diplomática Española, 1990, pp. 27 a 29. [6] VILARIÑO, E. Curso de Derecho Diplomático y Consular. Madrid: Tecnos, 1987, pp. 59 a 75. [7] CDI. Documento A/CN.4/98, 1956, p. 132.
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